miércoles, 29 de mayo de 2013

El banco

EscañoLa cocina de mis abuelos tenía un banco. En realidad no había cocina sin banco, todo el mundo tenía un banco.

El banco era nuestro, de nuestra casa. Más o menos grande, más o menos noble, más o menos bonito, pero nuestro.

El banco estaba a nuestra disposición para charlar sentados en él, para dormir una siesta de urgencia, para esperar con paciencia las noticias del parte de la radio. Teníamos un banco.

Un día conocimos a otro banco, un edificio donde llevar los cuartos. No es que el dinero fuera mucho, pero nos convencieron de que había que llevarlo al banco, con la promesa de hacerlo crecer, de multiplicarlo.

Y aprendimos a leer la cartilla, la de ahorros. En una columna ponía debe y en otra haber ¿como que debe haber? ¡tiene que haber, que yo lo traje! Velay lo tienes, donde pone saldo.

Alguno con el dinero que en el banco su dinero producía y algo más de un préstamo que pidió, cambió el banco de la cocina por otro más rumboso, de madera noble y apoyabrazos de lujo, con un espacio bajo el culo, donde guardar la orza del lomo. Al nuevo banco lo llamó escaño. images (1)

¡Anda, un escaño! ya podíamos sentarnos como los “diputaos” con el culo a salvo en madera barnizada. “Esto de la mocracia es un alanto”  Los diputaos se pasan cuatro años decidiendo por nosotros, para que nos de dinero el banco para comprarnos una casa en la que colocar nuestro escaño.

Al nuevo préstamo lo llamaron hipoteca. Joder lo que da de sí un banco, al abuelo lo hicieron importante, cuando entregó sus perrillas de toda la vida. Un día vino a casa diciendo que su dinero los del banco lo llamaban preferente.

Que si, que me lo ha aconsejado Vicente, el director. Ya ves tú, yo me fio de él, lo conozco de siempre y alguna vez me ha ayudado, como cuando me compré el escaño.

No se que nublado vino un día, que de repente yo no tenía para pagar la hipoteca y al abuelo le desaparecieron las perras preferentes. Una crisis, dicen que hay.

Los del banco nos dijeron que de devolver las perras al abuelo, que verdes las han segao, que si no miró donde firmaba, que si hay que asumir los riesgos.

A mi me mandaron a los municipales y a los del juzgado y me pusieron la maleta en las goteras de malas maneras. Me quedé sin casa, sin banco y no hablemos del escaño.

El abuelo y yo, fuimos a la puerta de donde trabajan los diputados, a la puerta, que ni para entrar a la cafetería a tomar un “yintónic” subvencionado nos llegaba.

¿Que qué nos díjon? que desalojáramos, que en el templo de la democracia no se arma lío. ¿Con la de escaños que hay aquí no hay para lo nuestro?images

Los del los escaños hicieron una ley para que no devolvieran al abuelo las perras preferentes y otra para que a mí me dejaran sin casa y sin escaño.

El abuelo y yo fuimos de paseo al parque y ¿qué encontramos? ¡Un banco!

Ya tenemos donde dormir, abuelo. El abuelo me miró con mala leche y dijo que si usábamos ese banco, terminaríamos sin poder dormir ni en el suelo.

lunes, 27 de mayo de 2013

Tiempo revuelto

imagesNo, la primavera no colma nuestras esperanzas.

Cada día uno se levanta mirando por la ventana, buscando alguna señal de que las cosas cambian, tratando de ver un pedazo de cielo al fin limpio, claro, sin amenazas.

Ya no hay hombres del tiempo como los de antes, ahora la información meteorológica es un espectáculo más. Engancha, nos tiene pegados a la caja tonta. El-la protagonista de la pantalla se mueve, casi con movimientos de danza, de los soles a los rayos, a gran velocidad por el mapa, con la prepotencia de los que ,al fin, se han vuelto infalibles. No es que no nos fiemos de ellos, pero consultamos la misma predicción en la aplicación del móvil y la realidad se muestra tozuda, vuelven a ponernos un sol tras una nube y unas gotas de lluvia, para confundir. ¿Lloverá? puede que si, puede que no, lo más seguro es que quien sabe.

Después de un telediario lleno de tormentas, de declaraciones huecas, de políticos que esconden la tragedia tras el eufemismo, de jueces al acecho, de mitos caídos, sólo esperamos que , al menos el tiempo sea benévolo, que luzca el sol, que podamos sacar a nuestra piel de paseo, que sea grato pararse en las aceras.

Pero no. el tiempo parece seguir revuelto. Quizá hemos olvidado, que en realidad, así es la primavera. 

domingo, 19 de mayo de 2013

La cultura

imagesPedro Villarroel, maestro jubilado, volvió al pueblo tras una vida de impartir conocimientos a sus alumnos, tanto chavales, como esos otros más talludos de la educación de adultos.

Reanudó la amistad que le unía desde pequeño con Saturnino, un paisano grandullón, que no tuvo la ocasión de estudiar y se quedó en el pueblo, pegado a sus tierras, sus animales y a su colilla de ideales en los labios.

Los dos jubilados echaban muchas tardes en la huerta de Saturnino, éste cuidando de las plantas y Pedro Villarroel hablando a Saturnino, que escuchaba paciente, de la cultura, de los libros, del arte.

Un día, a mediados de agosto, con la huerta en todo su esplendor, Pedro Villarroel desplegó su oratoria para decir a Saturnino que hay que ver. Como agradece la tierra el trato que le da quien sabe hablar con ella, quien conoce a la perfección el lenguaje de la lluvia, las fases de la luna, el calor de la tierra, las costumbres y necesidades de esos seres vivos que son las plantas.

Saturnino levantó el espinazo, echó la boina para atrás, le miró despegando el ideales de la boca, apoyado en la azada y le dijo con esa retranca: creo que lo mío es la agri y lo tuyo la cultura. El maestro sintió que le zumbaba la mosca detrás de la oreja y le preguntó que qué quería decir con eso.

-Pues nada Pedro, que si yo no cavo, tú no comes patatas.

domingo, 12 de mayo de 2013

El pan

preparacio_1351705998631A otros les da por otras cosas, pero a mí me gusta hacer el pan si tengo tiempo.

¿Cómo no me va a relajar ese color de la harina cernida, ese esperar sin prisas que se cumpla cada rito, ese recuerdo de las horas pasadas de niño en la panadería de mi vecino Columbiano?

Se necesita un espacio en una mesa grande, unas manos limpias y si puede ser, unos ojos que esperen que se repita el milagro.

En un recipiente, de esos que ahora nos da por llamar bol, se pone medio litro de agua tibia, en el que disolvemos cincuenta gramos de levadura, una cucharada sopera de sal y un generoso chorro del mejor aceite de oliva que nos podamos permitir. Hay quien le añade una cucharada de azúcar y hasta la clara de un huevo, pero a mí me parece que el pan sabe mejor cuando lo hace quien economiza, quien recuerda la necesidad y se apaña con lo mínimo.

A golpecitos de colador cernimos un kilo de harina de fuerza y nunca habremos visto nieve más limpia, tacto más suave.

Vamos mezclando el líquido con la harina con cucharón de madera y la pasta va engrosando pesada, pegajosa, agarrada a las paredes del bol y al cucharón.

El comienzo del amasado no presagia nada bueno. Hemos esparcido un poco de harina sobre la mesa, para que la masa no se pegue y se vaya nutriendo, pero la mezcla insiste en pegarse a los dedos. No hay que desfallecer, se necesita trabajo. Más harina sobre la mesa y la masa la absorbe, las manos amasan y a base de esfuerzo, como siempre, el resultado va siendo más compacto, más suave y ya empieza a oler a pan.

Unos veinte minutos de pelea contra la mesa y la masa y ya tenemos casi medio proyecto encarrilado. Ponemos la masa en un lugar cálido y la cubrimos con un paño.

Hay que esperar, algo más de media hora y yo suelo hacerlo en compañía de un café. Mientras recordamos la sementera, la siega, la trilla, el sudor de quien se empeñó en cambiar dolor de brazos por vida de trigo. La masa va creciendo, esponjándose, esparciendo en el aire el olor de la levadura.

Puede que el pan haya triplicado su tamaño y volvemos a amasarlo sobre la mesa, para explotar las mil burbujas de aire de su interior y volver a reducir su tamaño al original.

Es hora de dar forma a la obra. podemos hacer barras o bolas, pero a mi me gusta que sea una hogaza rotunda, fuerte, muy de la tierra que la alumbra y de la memoria que la huele. Cuatro cortes de navaja afilada en sus extremos y en el centro, la eme mayúscula de mi hija María, que es por quien cada mañana me levanto a ganar el pan.

Hemos precalentado el horno a doscientos grados y metemos dentro el pan a que se fragüe. Si queremos esa corteza fuerte y crujiente, conviene meter dentro del horno un recipiente con agua, para que llene de humedad el ambiente de ese útero en el que nuestra hogaza va creciendo y esponjando de nuevo.

A los cuarenta y cinco minutos, sale a la luz la hogaza alta, madura, crujiente, a disfrutar del aroma que por la casa ha esparcido el horno y la pondremos, si puede ser, sobre una rejilla para que no condense humedad en la base y no se reblandezca.

Conviene armarse de cucharón y ternura  que espanten  las manos ansiosas de pellizcos, si no queremos ver mermar la hogaza antes de que se enfríe. Al fin dejarse llevar y pellizcar con los otros, paladeando el sabor dulce del trabajo.

domingo, 5 de mayo de 2013

Solo madre

imagesPorque yo lo quiero, a veces me parece recordar como un tambor apagado, el sonido de su corazón en aquel mundo acuoso, oscuro y cálido. Puede que a lo lejos también su voz y sobre mi piel el peso de las manos, que por la noche acariciaban su propio vientre.
Un día la luz estalló en mis ojos, después de atravesar el túnel angosto que desemboca en la vida y allí me esperaba ella, donde siempre estuvo, riendo entre lágrimas y con más ganas y más necesidad de vivir que nunca, a pesar del agotamiento.
Su cuerpo continuó siendo mi alimento durante unos meses, en los que me pude beber la fuerza de una mujer joven, que casi permitiría que su vida se fuese entera por sus pechos, con tal de verme crecer fuerte.
Primeros pasos de su mano, primeras caídas, fáciles de sobrellevar en su compañía.
Mis primeras letras. La eme con la a má, la pe con la a pá. Un lapicero aprendía a correr sobre el papel, guiado por mis manos sucias entre las suyas y el conocimiento de que todo un mundo puede pintarse con la voluntad sobre un papel.
Los primeros años fueron más fáciles para los dos. Después llegaron las ausencias y los regresos, los besos furtivos en mi frente cuando me creía dormido y a un adolescente no se debe besar si no se le quiere avergonzar. Yo fingía estar dormido y ella se alejaba presurosa para no ser descubierta.
Luego el volar del nido y su vigilancia lejana, siempre ayuda, siempre apoyo, siempre madre.
Y un día la orfandad, ese recordar acuoso a quien tanto te quiso, ese preguntarse por qué no hice más por ella, ese echar de menos a quien, por fin, comprendes. 

miércoles, 1 de mayo de 2013

La gasolina

imagesSu madre quiso consolarle, sin convicción, pero tratando de amainar el temporal de los ojos de su hijo. Tranquilo hijo, dios aprieta pero no ahoga.

Su hijo trató de mirarla escondiendo el incendio de ira en sus ojos, para no herirla más, pero respondió, mascando una rabia amarga: si madre, dios aprieta, pero bien. Ya sólo noto su presencia cuando aprieta.

Y se volvió abrazado por la desesperanza de los lunes al sol, acosado por lo que no pudo ahorrar cuando su sueldo era miserable, pero lo era.

De nada servía lamentarse por el pasado, no era el paraíso precisamente, pero un infierno aún más amenazador se cernía sobre él, desde el momento en el que recibió un despido con referencia a una reforma, que parieron las ansias de los poderosos y que dieron carta de naturaleza los que prometieron solucionar los problemas. Los de los empresarios serían.

Y aún le quedaban dieciséis años, y subiendo, para agarrarse a una tabla de salvación que no asegura esperar tanto, que le indultase de la vida de trabajos mal pagados y peor reconocidos. Jubilación le llaman a ese júbilo de, por fin, hacerse viejo y esperar al ocaso en el andén de la estación final.

Mientras, las penurias económicas le acercarían a ese andén cuando le images (1)pretendan curar el cáncer con lista de espera de aspirinas, cuando su hija tuviera que abandonar una educación que no podrá pagar y la deje preñada un gañán sin dinero para viajar a Londres.

Él pensó que los que mandan, apoyados por los que ordenan, lo que de verdad quieren es que las sobras humanas como él, se vayan al otro barrio y cuanto antes mejor, para no ocasionar gastos, que no podemos gastar lo que no tenéis, que hasta el moriros lo queréis por encima de vuestras posibilidades.

Ya no valéis para cotizar en el mercado. Si, el mercado que abarata el precio de la carne humana y ayuda a la dura faena de obtener una decente cuenta de resultados. Que os habéis creído que los beneficios vienen solos, pues no, hay que reducir costes para que todo vaya como la seda y vosotros sólo sois costes.

Así que a vivir de la pensión de la abuela a la que dios guarde muchos años, por la cuenta que nos trae. Aunque sea poco, para el estado es un dineral el mantener a tanto viejo, tanto dependiente y tanto vago en el paro, hay que mover el culo y buscarse la vida, que una crisis si bien se mira, es una oportunidad.

images (2)Por todos esos pensamientos negativos, se amargaba sin remedio. Menos mal que al menos llegaron sus amigos con unas latas de cerveza para ver el partido de Champions, porque se le estaba ocurriendo el montar una gorda a cuenta de la gasolina, el primero de mayo en la manifestación. La duda consistía en el uso de la gasolina, pero desechó la idea de quemarse a lo Bonzo, porque no se salieran con la suya los de la cuenta de resultados. No era tan glamuroso, pero empezó a considerar la idea de meter la gasolina en una botella y prender con el mechero el tapón de trapo.