domingo, 30 de octubre de 2011
miércoles, 19 de octubre de 2011
El Puente Romano
Desde que me construyeron he tenido claro que mi labor consiste en convertir en una las dos orillas.
Me llaman el Puente Romano, aunque ese debió de ser un antepasado mío que se asentaba en este mismo lugar.
La verdad es que he conocido mejores tiempos que los actuales. Desde hace cinco siglos, se de las vicisitudes por las que han pasado estas tierras y estas gentes. He visto sobre mi, tanto lanzas como azadas, Tanto caballeros, montando briosos corceles, como villanos jinetes de rucio.
He visto cambiar el paisaje que me rodea, pero siempre viajando de la vida al recuerdo, de la lozanía a la desolación.
Me voy quedando solo, al menos antes me acompañaba la muralla, haciendo al río más vuestro, encerrándole con los que le disfrutaban. He visto desaparecer las muchas iglesias de las muchas parroquias, la judería, la industria fabricante de las armas de los nobles, los centros de sabiduría, que alguna vez exportasteis incluso al otro lado del mar.
Me apena comprobar que mi amigo el castillo, que ya campaba por estos pagos cuando yo nací, se ha ido derrumbando poco a poco y el cerro , que un día fue castro y que le acoge, exhibe sus piedras como boca desdentada.
No me importa ser la única construcción antigua que aún tiene utilidad, al fin y al cabo, me gusta ser el paso que une dos reinos, el camino hacia los campos de labor, la huida a la soledad de los caminantes, el lecho por el que discurre el ganado, el rincón en donde anidan las golondrinas.
Pero una tristeza me invade cuando veo que mi amor por el pueblo, a penas es muy poco correspondido, por los que alguna vez jugaron bajo mis ojos, los que esperaron a mis orillas la vuelta de su ganado, los que a mi sombra besaron unos labios por vez primera, los que emprendieron el camino a otras ciudades, los que pasaron horas sobre mi, observando pensativos los peces del río, los que burlaron las aguas bravas de los inviernos, cabalgando a mis lomos, los que afilaron en mis piedras viejas su hoz o su navaja.
Mis sillares se resienten, mis costillas no están hechas para la vibración de los motores, sino para el tiro de carro de caballerías, no soporto el paso de toneladas, soy ya un viejo, me asusta el paso de los camiones, se me comba el lomo bajo el peso de los remolques cargados de ese grano, que ni siquiera ya es suficiente para vosotros.
En fin, necesito ya la ayuda de otro puente joven, más acorde con los tiempos que os devoran, que soporte vuestro ritmo y vuestras prisas.
Yo me quedaría entre vosotros a contaros vuestra propia historia, a enseñaros otra vez, vuestras viejas canciones y vuestras danzas, a seguir acogiendo los juegos de vuestros hijos.
Si no escucháis mi voz cansada, temo que algún invierno, termine con mi vida, por fin una riada.
viernes, 14 de octubre de 2011
Sueños
Una vuelta y otra en la cama. A pesar de querer dormir, su cabeza despreciaba el material del que están hechos los sueños, puramente fisiológicos.
Se desesperaba al no poder controlar a su cerebro, divagante entre mil imágenes caprichosas y volvía a la luz de la consciencia, renegando contra su debilidad, ante el peso de los párpados.
Así pasaba las noches, una tras otra, luchando por no entregarse a Morfeo con armas y bagajes.
Pero cuando volvía la luz, él mismo controlaba las emociones, que distraían su vida.
Lo demás, el trabajo, las cuentas, la vida de su hogar, transcurría de forma ordenada, como si fuese la vida de otro, como conducido por un piloto automático.
Pero su cabeza era un hervidero de sensaciones, un mundo que por su propia voluntad, giraba en torno a lo que para él era la vida.
En su mundo los prados eran de un verde melodioso, las manos de ella la máquina más perfecta de acariciar los sonidos del té dulce , las aventuras las más excitantes batallas de luz, las palomas blancas eran un revoloteo constante de su cara en las fotografías , los mares de un azul hiriente.
Tanto soñaba despierto, que convirtió sus noches en un trámite inútil. Así que dejó de dormir para seguir soñando.
lunes, 10 de octubre de 2011
La verdad
La vida correrá y nosotros participaremos en la misma carrera, sin más dorsal que el que quieran darnos.
El río nos arrastrará con una fuerza desbocada y a pesar de nuestros esfuerzos, a penas conseguiremos mantenernos un rato a flote.
Nada podremos hacer para recuperar nuestros pasos, no seremos dueños ni siquiera de nuestros recuerdos, porque estamos presos de la luz que se refleja en nuestros rostros, de los espejos en los que nos miran.
Nuestra paz será la que otros vean en nosotros, nuestro amor el que ellos quieran, nuestros esfuerzos, los que se escriban en un papel.
Es inútil mostrar a los otros nuestro jardín cultivado, en apenas unos años, cuando terminemos la carrera, nos arrebatarán nuestra historia.
Cuando pase el tiempo, la única verdad sobre nosotros, será la historia mejor contada.