miércoles, 25 de diciembre de 2013

Mariquitas

images Como llegó la receta de Madeleine, cocinera del rey de Polonia y duque de Lorraine, a los hornos de nuestras abuelas es un misterio de esos que no vale la pena desentrañar.

La cosa es que el recuerdo de la leche caliente de los desayunos y una madalena abierta, esponjosa, dorada puede disparar las glándulas salivares y ponerlas a plena producción.

¿Quien no se acuerda de ese apetito goloso a media mañana, que tiraba del mandil de madre o de güela ? ¿quieres una mariquita?, te respondían con la voz colmada de dulzura y te colocaban en las manos pequeñas, el papel relleno de una esponja de huevo y azúcar.

Tres o cuatro huevos, doscientos gramos de azúcar, un vaso de leche, otro de aceite, cuatrocientos gramos de harina y un sobre de esos polvos mágicos, llamados levadura, que hacen crecer y esponjar las masas.

Romper los huevos y batirlos en un cacharro con el azúcar. El color se torna de un amarillo intenso y el plás, plás que se oye al batir invita a cantar alguna canción de las que pueblan la memoria. A la luz del cigarro voy al molino. Y la mezcla del huevo y el azúcar desprende el primer olor a siembra dulce. Si el cigarro se apaga, morena, me voy al río.

Añadimos a la mezcla la leche y el aceite y el plás, plás se hace más grave y más pesado. Déjame subir al carro, carretero de La Robla. El amarillo de la pócima se asemeja ya al polvo de los caminos en verano. Déjame subir al carro, que quiero ver a mi novia. 

Al fin, volcamos la harina y la levadura mezcladas. Aquí más vale no cantar, pues el amasado toma un ritmo mas cansino, que sólo sigue una vieja acordeón venida de los aires melancólicos, de los marineros de La Habana. Que déjame subir al carro, carretero, que déjame subir al carro que me muero.

Todo trabajo tiene su reposo y la mezcla densa también lo pide. Media horita para charlar y para comentar si lloverá, desde los visillos de la ventana. También es la ocasión de poner el horno a precalentar a doscientos grados, de los centígrados.

Hay que echar la mezcla melosa en los moldes de papel, llenando aproximadamente las tres cuartas partes de él, para introducir las mariquitas en el horno. La temperatura podemos bajarla hasta los ciento y ochenta centígrados y podemos embobarnos viendo cómo crecen sobre el molde de papel y se van esponjando, y se van dorando y el aire toma ese olor dulce que se esparce por la casa y llama a los más pequeños, despertando su instinto de goloseo.

Al cabo de unos quince minutos pueden salir del horno y podemos espolvorear sobre ellas, una nevada de azúcar molida.

¡Helas ahí! tiernas, doradas, calientes, humeantes, tentadoras…

2 comentarios:

  1. ¿A qué hora dices que sale esta hornada? llevo café recien hecho para celebrarlo.

    Felices Fiestas y guardame una mariquita!

    Abrazote utópico, Irma.-

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    1. Habrá que hacer otra hornada, porque de la que te cuento, ya no quedan ni las migas, pero la receta sirve para recrearlas.
      Felices utopías.

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