Al mundo se despierta poco apoco, que no a la vida.
Y un día descubres que mucho de lo que te enseñaron, no merecía ser creído. La fe, consistente en creer en lo que no vimos, La Patria sedienta de sangre y envuelta en blasones dorados y la historia cortada como un traje a medida de cada tirano.
Entonces cambias fe por razón y patria por pueblo, simplemente por la necesidad de respirar un aire más fresco.
Ese camino te enseña que no hay más verdad que tu propia contradicción y la de los otros y que un pueblo es la suma de anhelos y sueños, de paz y de ira, de hambre y de fuerza, de las manos unidas y de las ilusiones compartidas.
Y el pueblo es tu pueblo y el de todos y la lengua es la tuya y la de millones y cada gramo de arena, cada piedra, cada camino y cada paisaje, sólo tienen sentido si los compartes con todo el género humano de buena voluntad.
Así arde cada Abril un hondo suspiro en un pendón morado y rebelde, que dice hay que descreer de tanta mentira y comparar tu verdad con las otras verdades, disfrutar de la lucha y los logros de la razón mientras predicadores vociferantes se desgañitan en amenazas y miedos.
Verdad y cierto, amigo Luis. Al final terminamos por creer en la esencia. Lo demas, cuentos chinos. Un abrazo ...
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