viernes, 3 de junio de 2011

Un viaje hacia las rosas

rosasBienvenido a casa, señor.

El joven que me recibe viste unas ropas claras y ligeras y luce una sonrisa amable, unos ademanes respetuosos que me hacen agradables los primeros pasos fuera de mi nave.

Todo es diferente desde que salí de La Tierra, no se si hace mucho o poco tiempo.

Los edificios son diferentes, los vehículos poco tienen que ver con los automóviles que yo recuerdo y los muebles son de unos materiales distintos de los que yo puedo concebir.

El joven me acompaña a una habitación con escasos muebles y de un color gris, pero a la vez claro y luminoso.

-En cuanto usted descanse un poco, le explicaré cual es su situación y podrá conocer la ciudad. Hemos tratado de reproducir sus condiciones de vida en 2011 para que no se encuentre extraño.

Parece que he vuelto a La Tierra de nuevo, pero como calcularon los técnicos de la Agencia Espacial Europea, he viajado unos cuantos años hacia el entonces futuro.

No puedo dormir, no tengo sueño, para mí a penas hace un par de horas que salí de la base de la Guayana y no me siento cansado.

Por la mañana, mi anfitrión vuelve con esa sonrisa, que ya me empieza a cargar, y me dice que estamos en el año 2081 en los Estados Unidos de Europa. Él es el encargado por el Gobierno Federal de acogerme y guiarme por este mundo extraño para mí.

Me conduce por unos pasillos, que llevan a un cubículo, en el que, presididos por mi fotografía, están los mensajes de mis familiares y amigos de 2011.

De pronto soy consciente de que ya no queda nadie a quien conozca en este mundo, soy un huérfano, no tengo amigos y de todos ellos tan solo existen mis recuerdos.

Sobre la mesa hay una carta de mi madre, unas fotos de mis hermanos, mis  amigos y en una esquina, unas rosas secas con una tarjeta.

La tarjeta dice: Te quiero y nunca sabrás quien soy.

Le digo a mi anfitrión que quiero regresar, que yo no pinto nada en esta Tierra, que quiero aspirar el perfume efímero de aquellas rosas, que hoy son éstas.

No se cual será el método administrativo de esta gente, pero a los dos días, me veo de nuevo subido a mi nave y aseguran que rumbo a 2012. 

No soy consciente del viaje, cuando me despierto, me siento cansado, torpe. La escotilla se abre y penetra uno de los ingenieros, encargado del proyecto Futuro, acompañado de dos personas del Cuerpo Sanitario.

No puedo hablar, miro mis manos, están arrugadas.

Me suben a una camilla y al pasar por un pasillo, me veo en un espejo, que hay en la pared.

¡Dios mío! soy un anciano cercano ya a la muerte.

Al pasar por la puerta de una habitación, veo a mi madre con mis hermanos y mis amigos, dejando algunas cosas sobre una mesa, al pie de mi foto en la pared.

En una esquina de la mesa, hay un ramo de rosas rojas y por el pasillo se pierde la silueta de una muchacha que no conozco y nunca conoceré.

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