domingo, 24 de febrero de 2013

Las Tres Gracias

imagesUna hermosa mujer hilaba en silencio con una rueca de plata.

Otra mujer cantaba con voz melodiosa, enredando su canto entre las hojas de los sauces y los castaños, esparciendo un perfume de violetas en cada onda sonora.

Una tercera mujer se bañaba en las aguas de la fuente y los hilillos de agua resbalaban, mientras refrescaban su piel dorada y de tacto de terciopelo.

Trinaban los pájaros en la bóveda de hojas, entre la red de ramas que escondían el cielo del medio día.

La alfombra verde y fresca acogía mi cuerpo, como sólo la tierra sabe acogernos, con amor y sin cobrar alquiler, sin plazos.

Hasta que yo me puse en pie, recogí del suelo la hoz y fui a buscar la sangre de las espigas al sol inclemente, dando por terminada mi siesta en el oasis de la Fuente del Corcho. 

martes, 19 de febrero de 2013

El tren

untitledDespués de un silbido y con el Jefe de Estación dando paso con su banderín, el tren partió, abandonando el andén de la estación.

Alcanzó su máxima velocidad mezclando el ruido con la inercia y convirtiéndose en una flecha flácida, pero certera contra la abertura del túnel, practicada en el vientre de la montaña.

Dentro de la oscuridad del túnel imaginé, que no vi, los monstruos de las entrañas de la tierra, alimentándose de las raíces retorcidas de las plantas y heridos por la luz del foco de la locomotora.

Después el tren se estiró en la llanura y vio pasar las estaciones, las ciudades y los árboles.

En estaciones y apeaderos la gente subía y bajaba de los vagones con bultos, con anhelos, con las lágrimas de las despedidas y los besos excitados de los reencuentros.

El fin del trayecto siempre me pareció un acontecimiento cercano a la muerte, pero no tan cercano que no desapareciera al día siguiente, cuando volviera a sacar mi tren eléctrico de la caja de cartón y el jefe de estación volviera a darle la salida.  

jueves, 7 de febrero de 2013

Tenía una doble vida

imagesEse lunes, después de levantarme y esperar que mi hija dejara libre el baño, me dispuse a asearme.

Me miré al espejo del armario del cuarto de baño, la cara de lunes desleído, el sueño y el ademán cabreado.

Después de la ducha, enjaboné mi cara para que la cuchilla pudiera hacer su trabajo de todos los días en mis mejillas, que poco a poco, iban tomando color.

Después busqué en la estantería, donde se alojan los tres cepillos de dientes, tantos como habitantes tiene mi casa, y tomé el azul que me venía sirviendo desde hacía dos meses.

Me pareció extraño encontrar el cepillo húmedo y abriendo la puerta pregunté:

-¿Alguien sabe por qué mi cepillo de dientes azul está mojado?

-¿Tu cepillo de dientes azul? preguntó mi hija ¡Ese es mi cepillo!

-¿Seguro?

Mi hija llegó con un asomo de rabia en sus ojos, agarró el cepillo, quebró con asco y furia su mango azul y lo arrojó al cubo de la basura.

¡Era mi cepillo!

sábado, 2 de febrero de 2013

Nieva

550316_593147784044326_1607485080_nNieva. No es que los copos caigan en silencio, es que por más que nieve, nuestros oídos no terminan de captar las altas frecuencias.

No escuchamos el estruendo que produce esa nieve que empapa nuestras conciencias, los chirridos que caen del cielo para cubrir nuestras ansias y nuestra dignidad, con un manto que todo lo tapa, que amodorra.

Sabemos que si continúa nevando, se taparán los caminos, se borrarán los paisajes, parecerá que toda la tierra tiene el mismo color.

Pero continuamos mirando como nieva desde nuestra ventana, sintiendo impotentes que nada hay que hacer, que otros despejarán los caminos, que sólo cabe esperar que escampe.598780_593146264044478_818198783_n

Quizá sea necesario que nieve mucho más, hasta que sintamos la necesidad de arremeter contra los neveros que ocultan las carreteras.

Sigue nevando, pero no cuaja.