Dicen en cierta ribera
que no hay pueblo más bizarro,
ni con tanta modorrera,
en donde carguen el carro,
a la pimplante manera,
como vacían el jarro
los mozos de Villahibiera.
Sentencia que no les pesa,
que digan que están modorros,
por las tabernas y corros
de la tierra leonesa.
Halago hacen de la ofensa,
prefieren no poner morros.
Quizás estén en razón
las gentes de la comarca
si piensan, que a la sazón,
beber del caño les marca.
Que más de un mozo tornó
modorro hasta las trancas
cuando del caño bebió.
Por eso pueblos vecinos
y gentes de La Provincia
prefieren catar los vinos
que caer en la impericia
de beber agua sin tino,
que en tal pueblo es inmundicia.
Más cuentan que en un verano,
tras pegarse un pedaleo,
llegó al pueblo un buen paisano,
que entre sudoroso y feo,
se arrimó al caño cercano
para cumplir el deseo
de beber agua en la mano.
Cuando a la boca acercó
el buen líquido elemento,
por un instante dudó,
pues recordó aquel momento
en que alguno le contó
que de modorros hay cientos
por beber de ese pilón.
De tanto verle dudar,
desde sus altos balcones,
una vecina a ayudar
le salió y le dio razones.
Bebe del caño, galán,
que más que estás, no te pones.