martes, 22 de mayo de 2012

La Panderetera

CelerinaCelerina Ferrero tiene las manos que han amasado el pan de una vida y con ellas convierte el golpear a la pandereta en caricias a la tradición viva.

Ni siquiera ella recuerda todo lo que sabe, te oye cantar y rebusca en su memoria y poco a poco, primero en voz baja y luego cantando con más volumen y más seguridad, hace que tú termines por seguirle a ella.

Su cocina de Velilla de La Reina es el santuario de la memoria y en torno a su mesa brotan los cantares y los recuerdos.

¿Te importa que te grabe, Celerina?Celerina1

-No hijo, no. Esto que yo sé no es mío, lo aprendí de otros, de siempre, cantando desde niña por las cocinas y por los bailes de las eras y después donde me quieran oír.

Su pelo gris, lo pasa por la peluquería de vez en cuando y se viste de señora, cuando la ocasión lo requiere, con coquetería, pero su estado natural ya casi es envolverse en el traje regional, que ha vestido siempre, a partes iguales de orgullo y naturalidad.

Y su afición favorita es cantar con otros y para otros, tener la cocina llena de gente a la que cantar, bailar la jota para terminar diciendo: estas piernas…

Celerina2De pronto desaparece y vuelve con un cuaderno en el que ha pasado a limpio lo que escribe, pequeñas historias reales o inventadas de las calles de su pueblo, conversaciones entre perros, gatos o gallos, que seguro ella ha oído sentada a su puerta, versos de rima inocente y candorosa.

Celerina sigue teniendo sus raíces hundidas, cada vez con más fuerza en la tierra, para sujetar su planta de metro y medio. 

Bueno hijos, hasta cuando queráis.

Su dios guarde muchos años a esta enredabailes.

jueves, 17 de mayo de 2012

A palabras necias…

Peaje¡Cállate ya, maldita voz de lata! No sabes como me revienta oír tu perorata absurda, como si de verdad supieras lo que dices.

Me saludas, me das instrucciones, a veces órdenes, como si tuvieras derecho a irrumpir en mi vida sin permiso.

Unas veces llego a ti contento, otras cansado de dar tumbos, otras con miedos, con impotencias, otras con mi cuello preso de una cadena, que arrastra mi vivir y tú estás ahí a cualquier hora, dispuesta a importunarme, con esa facultad de hablar que pretende disfrazarte de persona con mando y discernimiento.

Pero yo sé que tus palabras en realidad, solo son una escusa de metal para controlar mi paso cerca de ti y que en fin, no esperas de mi respuestas, solo obediencia y acatamiento a tu pretendido orden perfecto.

No se me ocurren más formas de mostrarte inútilmente mi desprecio, solo me alimenta la esperanza de que alguien escuche mis denuestos y te haga callar. Por lo tanto, dame de una puñetera vez el ticket con el recibo del peaje y púdrete.

miércoles, 9 de mayo de 2012

Piedras del orgullo

Foto de Guillermo Herrero Fernández

Foto de Guillermo Herrero FernándezUna piedra sobre otra y bajo los arcos puertas. Todavía es una mole imponente que nos habla de su antiguo poderío, de su afán por vigilar campos interminables.

Queremos imaginar como fue en su esplendor, pero no tenemos su imagen exacta.

Cualquier poblador de esta tierra imagina su pueblo con los ojos cerrados y lo primero que ve, es esa reunión de piedras hacia el cielo, encaramada sobre el castro y reinando sobre unos tejados que se saben protegidos.

Si subes hasta la planicie que lo alberga, casi podrás oír el choque de los aceros, la alarma ante la invasión, los gritos de los defensores, los lamentos de los prisioneros. Y a tus pies la paz.

Te sentirás el señor que asegura la vida cotidiana de los vecinos, oirás la música del canto de los gallos, el ladrido de los perros, las voces de las gentes, el bullir de los sueños entre los adobes.

A tu izquierda la paz del cementerio con las flores marchitas, la iglesia que comparte las piedras del castillo y las labores de vigilancia.Castillo2

Asomado a las almenas descubrirás que los campos no terminan nunca, verás agitarse en la primavera el mar de olas verdes.

Como las águilas, verás la copa de los árboles desde arriba, escoltando un río, que antes te defendía y hoy te acosa.

Si alguna vez has visto estas piedras, sabes que no puedes concebir el paisaje sin su castillo, sería como imaginar un jardín roturado y reseco.

No pueden concebir las gentes, el andar por los campos fecundos sin la referencia de las piedras en lo alto y en el centro de los puntos cardinales, como una estrella polar que orienta en la llanura.

Son piedras que hablan de nosotros porque nos conocen y nosotros las conocemos. No en vano nos han acompañado en las noches de agosto, soportando la lluvia de perseidas, han visto amanecer con nosotros después de las fiestas que nos reúnen y nosotros hemos pintado en ellas corazones.

Parecen los despojos de un viejo abuelo al que hay que cuidar hasta su muerte, escuchar sus historias y disfrutar de su herencia en vida.

Porque cuando la última piedra se derrumbe y nuestros ojos quieran ver lo que nuestra gente vio durante siglos ¿a donde miraremos?

viernes, 4 de mayo de 2012

El tintero seco

tinteroOtra vez llueve y pasan las horas pegadas a la ropa, buscando el calor que ya no da la primavera.

Tendría que escribir algo, tengo un compromiso que ante nadie adquirí y una riada de sentimientos, recuerdos e inquietudes que tienen que salir, pero no pueden o no saben y el tapón del tarro que les contiene amenaza con saltar por los aires, al no soportar la presión.

Es el cansancio, me digo, es la desidia que provoca el dolor, es la desesperanza.

No me sale nada que escribir, cuando las letras solo son negras y el fondo también.

La astenia me pregunta: ¿para qué vas a escribir? ¿puedes acaso despreocuparte de los ofendidos? ¿es que el mundo no puede pasar sin tus pamplinas?

La ansiedad me contesta que necesito esparcer lo que me cuece las tripas, pintar los recuerdos, sangrar el veneno melancólico que me recorre las venas.

Al fin la impotencia me advierte de mis limitaciones, la cobardía de las consecuencias de la sinceridad y la prudencia del más vale pájaro en mano…

Aunque la verdad es que si no escribo, será debido al desconcierto, al vacío, al haber olvidado que solo escribo porque me odio menos que cuando hablo.