lunes, 23 de abril de 2012

Un viejo zalce

hombre arbolCada mañana se lamentaba de haber marchado de su tierra y maldecía cuando veía caer aquella lluvia fina y cotidiana, que empapaba el último rincón del alma.

Los pinos, mas que verdes, parecían un ejército de fantasmas negros, moviendo sus brazos vegetales, entre la neblina que formaba el agua.

Quince días sin ver el sol, solo este asqueroso calabobos, barro y arroyuelos en el asfalto degradado. Cojo la maleta y me vuelvo, al fin y al cabo, poco tengo que meter dentro.

Y el tren se puso en marcha, abandonando un andén huérfano de nostalgias y pasando del día sin sol, a la noche de los túneles, como queriendo que la imagen del infierno húmedo se grabara en un flás, a martillazos de penumbra en su memoria.

Poco a poco, subió la luz. Ya se apartaron las montañas, la llanura era más franca, tenía menos pliegues donde esconder la desesperanza.

Recordaba este paisaje muy bien, aquí las desgracias vienen de cara, no tienen un escondite tras cada curva, andan a pelo sobre las rastrojeras.

Ya más tarde, el sol hizo olvidar las inundaciones de las manos a sueldo, los chopos escoltaban la entrada en el pueblo  y a lo lejos se dibujaban las ruinas de piedra encaramadas al puesto de vigía.

Se acercó al río, donde carga a cuestas con el puente y allí, junto al lugar en el que se sientan los viejos, clavó sus pies con fuerza en el suelo añorado y se durmió. Soñó con el paso de las estaciones sobre el puente, con los cambios de humor del río, con los rebaños pastando a su alrededor y ya no quiso volver a despertar.

Cuando salieron los viejos a esparcerse a la entrada del puente, uno dijo que ese zalce de ramas frondosas no estaba allí antes y el otro le contestó que cada día estás más modorro.

miércoles, 18 de abril de 2012

Centro de interpretación

minaToma, prueba, este martillo sirve para picar el carbón, debe de pesar cerca de veinte kilos y hay que manejarlo muchas veces con una sola mano, durante ocho horas. No, no sirve lo de resoplar, que el carbón hay que sacarlo, aquí se va a destajo, no sacas carbón, no cobras.

Fíjate como hay que postear, la tierra no se sujeta sola, hay que asegurarse de que tu tumba no sean unas cuantas toneladas de rocas sobre tus huesos. Así que no pare ese hacho, que hace falta madera.

Pica en la rampa, en estas minas tenemos la mayor inclinación en las rampas de toda España, un sesenta por ciento. Hay que asegurarse bien, cuidado al bajar que te mareas, Agárrate a la madera.

Mira, aquí se pica el carbón, tumbado boca arriba o boca abajo, agarra el martillo como puedas, pero pica, pica que ya te dije antes que el carbón hay que sacarlo. Por ahí cae hasta la galería, donde se carga en las vagonetas y si se atasca en la rampa, para eso tienes la dinamita, pero con cuidado.

Aquí han muerto unos cuantos, pero no te preocupes, la mayoría volvieron a salir. Solo hay que tener un poco de mucho cuidado, y ayudar a los compañeros y saber que ellos arriesgarán el pellejo por salvar el tuyo. Si hay un accidente lloraremos a los muertos con todo el pueblo y al día siguiente volvemos a sacar el carbón, que hay que sacarlo.

Como cuando a aquellos siete les pilló el grisú y la boca del pozo se llenó de mujeres, compañeros y de guajes que esperaban no tener razón en lo que pensaban.

Sal a la calle, que estas humedades cuecen los huesos, fuera hace sol.

Tenemos la suerte de que esto solo sea un museo de la minería y yo un minero jubilado, que ha cambiado el martillo por la labia para turistas, grupos y niños de colegios.

viernes, 13 de abril de 2012

14 de Abril

 

                 España

España de las luces apagadas,

del callado abandono del sembrado ,

de las rejas con flores marchitadas,

del orgullo en el asta avergonzado.

Si te dicen que pagues diezmo al amo,

que otros tienen el mando de tus días,  República

recuerda aquellos tiempos que podías 

al clarín, con tus hijos llenar campos.

Los brazos que te alzan hacia el cielo

los callos de las manos que acarician

no merecen cadenas en el duelo.

Rompe yugos que esclavicen tu soñar.

Que no claven más lanzas en tu suelo

que no llenen de aquel hambre  tu solar.  

viernes, 6 de abril de 2012

Melodía

imagesCANLKI8O Pasaba del frío al calor sin más motivo aparente  que transitar por aquella acera.

Nada había alrededor que cambiara el paso del mundo, nada que encendiera nuevas luces, nada que arrancara al sol de su letargo. Pero su paso era rápido sobre las baldosas hasta llegar a la ventana desde la que salía aquella voz cantando.

No sabía por qué gritaba desterrado el invierno, ni a qué venía la explosión de los geranios, como brotes de sangre manando. Pero ralentizaba la marcha mientras sus oídos se enganchaban de las rejas que peinaban la canción.

Nada importaba el grito de las sirenas de las fábricas, ni los espasmos poderosos de las explosiones, ni la rabia de la goma ardiendo y pariendo vapores negros. Porque la voz de aquella mujer le aprisionaba entre nubes azules y soles perpetuos.

Le asaltaba una amnesia que borraba los colores del mundo, perdía el contacto con el reloj y el calendario y solo entraba en los dominios de sus sentidos la melodía fugitiva por el aire.

Y todo al darse cuenta de que en la caja de su pecho lo que de verdad latía era su corazón de violín.

 

miércoles, 4 de abril de 2012

Magdalena

escenadeteresaPoca gente lo sentirá más que yo, aunque muchos hagan salir mares de sus ojos. La mayoría, yo sé que huirán, tratarán de volver a sus casas a esconderse de las represalias y a emprender una nueva vida lejos de los muros de esta ciudad que les persigue.

Recuerdo los atardeceres con mi cabeza apoyada en su hombro, viendo esconderse al sol entre llamaradas rojas y anaranjadas.

El me decía que no hay cosa más grande que el amor entre los hombres y yo solo podía entender mi amor por él. Luego, cuando la noche apagaba las luces del cielo y soplaba en el aceite del candil, me sentía acariciada por sus manos suaves y sabía que es difícil encontrar más gloria que la de unos besos de fuego, que consumen con una lentitud desesperante y precipitan el tiempo por la columna vertebral.

Cuando volvió trasfigurado de aquella montaña me hizo saber qué esconden los pliegues del futuro. Supe que su vida, la mía, llega a un fin escrito antes de que empezaran los siglos y que la amistad se convertirá en traición y la obcecación le negará tres veces, antes de que el gallo cante dos.

Pero yo quiero estar a sus pies hasta que todo acabe, porque llevo en mi escrita una deuda de amor y de sangre desde que él me salvó, haciéndome saber que soy un ser humano, digno de mirar a los ojos a quien se atreva a lanzar la primera piedra.

 

primera piedra.