martes, 31 de mayo de 2011

Error en el procedimiento

gorilaGente digna de todo crédito le advirtió de que la cosa acabaría mal, de seguir así.

El placer gratuito obtenido clandestinamente (que por supuesto es pecado) termina por pasar factura al cuerpo.

Pero cuando esperaba pagar todas sus culpas con los castigos anunciados, cuando temía quedarse ciego y que se le secara la médula, no ocurrió nada más que una pequeña subida del colesterol.

Una terrible duda le asaltó y pensó:

¡A ver si no lo estoy haciendo bien!

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viernes, 27 de mayo de 2011

La carga

Bah, no veas colega, aparecieron a las siete de la mañana y dijeron que hay que levantar el culo de aquí, que si gana mañana el Barça necesitan la plaza para poner una pantalla gigante, como otras veces. Cuando vieron la cosa difícil, empezaron con los malos modales y a decir que nos iban a currar y a quitarnos los piojos a porrazos.

El Chano dijo que no se atreverían, que no serían tan bobos, que iban de farol.

El baranda de los polis, que iban a hacer limpieza, que tenía que pasar el camión de la basura, que tenemos todo lleno de ful y que hay hasta peligro de incendio.

Pero empezaron a soltar porrazos, a arrastrarnos por el suelo. Nos organizábamos en grupos y ellos venga porrazos, venga palos, pero no nos movieron, algunos aguantaron una buena estiva, no veas como escuece un porrazo, alguno me cayó a mí.

De vez en cuando los colegas de atrás relevaban a los que ya estaban muy machacaos y los mossos no podían avanzar ni un metro, aguantamos con dos cojones, socio.

Algún vecino salió al balcón a dar cacerolazos y la poli nos cogió las pancartas, los ordenadores, las tiendas, se lo llevaron todo.

La cosa es que no conseguían nada, empezó a currar el twitter y llegaban cada vez más colegas, en vez de dispersarnos, cada vez éramos más.

Luego se retiraron, nos miraron con mala leche, algunos nos amenazaban y decían que volverían a quitarnos el polvo.

Cuando uno se dirigió al Chano para llamarle piojoso, el Chano le miró a los ojos y le dijo: Hay que ver tronco, lo que tienes que hacer para pagar la letra de la lavadora. 

martes, 24 de mayo de 2011

Los Nogales

Nogal1En un rincón del huerto, a la sombra de dos nogales centenarios, había un pozo con una noria.

Los dos nogales eran un milagro de la vida, porque tenían los troncos huecos y casi podridos, pero en sus copas eran frondosos, altos y un abrigo perfecto para el habitar de pájaros, casi invisibles entre las hojas.

La cosecha de nueces, que al recogerla manchaba los dedos de negro, un año si y muchos no, dependiendo de las casi seguras heladas en primavera, era más que un alimento, un entretenimiento en las horas oscuras de las tardes de invierno.

Muchos días de primavera y otros de verano, antes de la siega, les pasaba yo de niño a la sombra de los nogales, inventando historias fantásticas y fabricando herramientas, cuyo nombre no me era desconocido, porque yo mismo me inventaba la herramienta, la utilidad y el nombre.

Los mayores trabajaban en las faenas propias de la huerta, sembraban los semilleros, plantaban, cavaban, sulfataban los frutales, quitaban las malas hierbas y convertían la huerta de Los Nogales en un edén.

El burro daba, sin cesar, vueltas a la noria para llenar los surcos de vida y disolver los alimentos que el rio cercano había depositado, en años de riadas, a los pies de Los Nogales.

El trabajo se convertía en frutos de la tierra. Manzanas reineta, ciruelas claudia, peras de cuchillo, verde doncellas, pimientos, puerros, tomates, fréjoles secos y verdes, patatas, ajos y cebollas.

La huerta de Los Nogales daba para comer y para vender. Para vender la fruta a lomos del burro por los pueblos de la comarca, en el invierno.

Pero además nos proveía de otro alimento no menos necesario. El trabajo codo con codo, las bromas a pesar del sudor, el sentimiento del clan que se contagia el cariño, los recuerdos en voz alta de los ausentes, la promesa forzada del pan en familia.

Y a la hora del almuerzo, acudir a la caseta de adobes a enjugar el sudor, a lavarse en la herrada, a dar cuenta de chorizos y lomo de orza, sorber las sopas incandescentes, templar la bota de vino de la bodega.

La caseta estaba rodeada de enredaderas, de lilares y en un escriño encastrado en el barro, una colmena.

Mientras la siesta, yo me tumbaba con mi abuelo a la sombra de los viejos nogales y junto al pozo, oyendo los zumbidos de las moscas y los cantos de los pájaros.

Hablaba con él impidiéndole el sueño. Allí aprendía las palabras amasadas por los siglos. El saliente, el poniente, chiguito, cornejal, macal, socallo, cebadera, celemín, cornales, lambronear.

Sonidos dulces como una música interpretada por mi pueblo, palabras de amor de las madres, sentencias de las abuelas, dichos de los vecinos, herramientas para comunicarse alegría, pena, esperanza.

Cuando no se decir lo que siento de forma exacta, vuelvo a Los Nogales, junto al Pozo de Las Palabras.     

jueves, 19 de mayo de 2011

El mensaje

botellaLas tardes soleadas las paso mirando al mar fijamente, con los ojos perdidos en la línea que separa el agua del cielo.

Es una actividad inútil, como tantas del día. El mirar al mar no me produce más que una tranquilidad que he aprendido a apreciar con el tiempo.

En realidad ya me he acostumbrado a dejar que las horas pasen lentamente y a que el ritmo cansino de las olas, desvaneciéndose con pereza entre la arena, acompasen los latidos lentos de mi corazón.

Pero hoy me ha sobresaltado el sonido de una botella, golpeando sobre una de las pocas rocas que hay en la playa.

Me he quedado mirándola, al principio con desidia, como si fuese normal su presencia a mis pies. Después me he dado cuenta de que contiene un papel en su interior, escrito con unas letras gruesas de carboncillo, como escritas con un tizón.

La he rescatado del agua con excitación, con prisa, siendo víctima de la taquicardia que algunas veces me asalta.

El papel me habla de alguien perdido en una isla desierta. El comunicante dice negarse a perder la esperanza de volver a acariciar otra piel humana, de volver a sentir una voz dulce en sus oídos, de ver su cara reflejada en otros ojos que le abracen.

Dice que tras muchos años, demasiados, perdido en la isla que él mismo bautiza como Soledad, sueña con reunirse con alguien a quien sonreír al morir.

El mensaje adjunta un mapa con lo que él piensa que es la situación aproximada de la Isla Soledad.

Por último, al pie del mensaje, el naufrago firma con mi nombre.

viernes, 13 de mayo de 2011

Geraldine

ParisTen cuidado, amigo mío, me dijo Jean-Claude. Aunque parezca una mosquita muerta, Geraldine es de esas mujeres que parecen llevarte a la gloria, mientras te empujan sin piedad al precipicio.

No hice caso de las advertencias de mi amigo, así que, volví a telefonearla cuando tuve que viajar a Paris. Del otro lado del teléfono sonó su voz suave, su risa cristalina de siempre.

Quedamos para cenar en Fontaines Saint-Honoré, muy cerquita de La Comèdie Française. Geraldine estaba espléndida, se había enfundado un vestido rojo y tan rojos como su vestido, sus labios.

Articuló una sonrisa al verme, seguramente al comprobar mi cara de lelo mirándola.

Ya no me acuerdo de qué cenamos, solo recuerdo que nos devorábamos el uno al otro con los ojos, con hambre atrasada.

Después bailamos en una pista de baile, de un decadente club de jazz, casi a oscuras, mientras a dúo lloraban el piano y el saxofón.

Desde allí, a las tantas, nos dirigimos pasados de champagne a la pensión de la Rue Rivoli, en la que yo me hospedaba, agarrados como enredaderas, yo sin la corbata y Geraldine descalza.

Cuando pedí en recepción la llave de la habitación, sonó el despertador.

Maldije y blasfemé al reconocer el amanecer de un día de diario. Solo acerté a ver, como una primera herida, la luz que se colaba por las rendijas de la persiana.

Volví los ojos al otro lado de la cama y por un momento, creí ver a Geraldine por última vez, mientras me empujaba sin piedad, al precipicio de la vida de siempre.

Mientras me disponía a otra jornada de trabajo mascullé: Bonjour, tristesse.

sábado, 7 de mayo de 2011

Danielín El Pite

DanielínDanielín, El Pite, era… ¿como decirlo?, un chaval especial, no era como los demás.

A pesar de ser sietemesino nació un poco tarde, a su madre se le complicó el parto y después de demasiadas  horas , alumbró a un niño feo, morado y al que le costó empezar a respirar por sí mismo.

De recién nacido le acostaban en una cajita de madera, que le hizo su padre, metido entre algodones y sobre la trébede* caliente, que dejó de ser desde aquel día, el catre de la siesta del abuelo.

Su primer milagro fue la supervivencia. Todo indicaba que las circunstancias del nacimiento de Danielín hacían improbable que su viaje por este mundo fuera demasiado largo.

Se crió menudo y enfermizo obligando a su madre a más cuidados de los que por entonces se dedicaban a los niños. Pero a pesar de todo, Danielín iba saliendo adelante.

Cuando creció (es un decir) Danielín seguía siendo pequeñajo y su padre miraba a aquel chiguito*  rubiajo* que a pesar de sus cuatro años no levantaba cincuenta centímetros del suelo y una vez dijo que era pequeño como un pite*, sin saber que aquel si que era el bautizo definitivo, en lo sucesivo todos le llamaron Danielín El Pite.

Una vez su madre, preocupada por la salud de El Pite, abordó a Don Emilio, el médico con un poco de vergüenza por la calle. 

-Don Emilio, no tengo dinero para pagarle la iguala* pero es que al mi Danielín le pasa algo, no habla, ni llora, solo lo mira todo con esos ojos como platos, que se le van a salir un día de la cara. Parece que no esté en este mundo más que para tragar luz.

Don Emilio tranquilizó a la mujer. Solo tendrá un poco de anemia y falta de hierro. Y mandó que al niño le dieran de comer carne  y mucho hígado para fortalecerle la sangre.

Sus padres se gastaron lo que no tenían en alimentar al chiguito. Mataron un gocho* antes de tiempo, terminaron con las gallinas y los patos, le embutieron con las lentejas guardadas para el año, que tienen mucho hierro, pero él seguía pequeño, mudo y con los ojos insaciables, sin que nadie supiera donde metía tanta energía como le suministraban, sin que se le notara.

El Pite se mostraba inquieto y asustado por las noches, no le gustaba la oscuridad, solo se calmaba si su madre le abrazaba y le daba algo que comer para poder dormirse.

Danielín se iba haciendo más mayor, pero no más grande. Comía y comía pero su cuerpo se lo agradecía poco, seguía siendo como un pite, solo le crecían los ojos y él los abría y observaba todo, lo absorbía todo.

Una vez, cuando Danielín El Pite había cumplido los doce años notaron que  la piel del muchacho se había puesto aún más blanca de lo habitual, su madre arrimó una vela para comprobarlo y la vela se apagó, la llama se dirigió a los ojos del chaval y se perdió dentro de sus pupilas como si Danielín la hubiera absorbido.

Todo lo que desprendía luz se sentía atrapado por sus ojos, como los clavos por el imán. Danielín El Pite había absorbido tanta luz, que los espejos estallaban a su paso. Las velas y las lamparillas de aceite, los candiles y los faroles se apagaban cuando él se acercaba.

Hasta que una noche Danielín El Pite se dirigió a su madre y por primera vez le oyeron hablar. Habló alto y claro, como si no fuese la primera vez que lo hacía.

Dijo solamente: Madre, no se asuste ni esté triste, me voy hacia la luz.

Danielín, El Pite, se convirtió en una bola de luz y comenzó a elevarse. Al alcanzar unos metros de altura se dividió en dos bolas iguales, una se fue elevando lentamente hacia las estrellas y la otra se enganchó de un manzano del huerto y allí quedó para siempre.

Para aliviar la necesidad de su familia, la bola permaneció allí, dando luz y calor al huerto. El manzano ofrecía frutos todos los días de año y en el suelo, junto al árbol siempre había flores, aunque fuera invierno.

 

*Palabras en mi lengua materna

*Trébede- Encimera sobre la hornilla. No confundir con trébedes- Utensilio para acomodar el puchero sobre las brasas.

*Chiguito- Niño

*Rubiajo- Naturalmente, rubio

*Pite-Fragmento pequeño, esquirla (Se ha roto un vaso, no te claves un pite)

*Iguala- Acuerdo de pago anual al médico cuando no existía la Seguridad Social.

Gocho- El mejor amigo del hombre (El cerdo)

 

miércoles, 4 de mayo de 2011

Los domingos, por el fútbol me abandonas.

futbol-tvYa hacía un tiempo que mi amigo y yo pasábamos -domingo si, domingo no- las tardes, en el campo de fútbol del equipo  de nuestra ciudad.

No era un gran equipo. Era de esos clubes que se pasan los años en la segunda división B y van dando algo de espectáculo, a fuerza de perseverancia de algún empresario local.

Eso si, la parafernalia del equipo quería ser la de un grande. Al saltar al terreno de juego sonaba el himno del club, por la megafonía, como una marcha de infantería presta para la guerra.

En aquel domingo del final de la primavera, el equipo libraba un encuentro definitivo.

Habían conseguido clasificarse para la liguilla de ascenso y la ciudad estaba pendiente del resultado, esperando un veredicto tras el último partido, que decidiese si nuestra ciudad, era una ciudad de segunda B o ya habíamos conseguido ser una ciudad de segunda.

Después de la comida de aquel domingo, mi amigo y yo, nos despedimos por unas horas de nuestras esposas, que nos miraron con resignación y se dispusieron a pasar la tarde al lado del televisor aburrido.

Los alrededores del estadio, mejor, campo de fútbol, eran un hervidero de gente que apuraba la faria, esperando la hora de comienzo del encuentro.

Cuando los dos equipos saltaron al terreno de juego, fue un estallar de banderas, bocinas y bocinazos, de voces y de aplausos y de algún insulto destinado a los contrarios, llegados de la ciudad vecina y que aspiraban a lo mismo que los nuestros.

La primera parte terminó en 0-0. Los dos equipos se respetaban demasiado, pero el empate no servía a ninguno de los dos.

La segunda parte empezó con nuestro equipo atacando, de forma desaforada, como si en el descanso hubiesen bebido alguna poción de furia. Pero el defensa central rival, cazó a nuestro delantero centro, que se retorcía de dolor y tubo que ser sustituido. Entre algún jugador de los dos equipos se llegó a las manos, llevando la peor parte los nuestros y siendo ignorado, de forma incomprensible por el árbitro.

Se pasaron así casi toda la segunda mitad, los nuestros atacando y ellos defendiéndose como gato panza arriba y los tacos dirigidos a las espinillas.

Pero a falta de cinco minutos, en un contra ataque de los visitantes, su delantero centro se quedó solo ante nuestro último defensor y de forma descarada se arrojó en el área, como si le hubieran tirado desde un avión.

El resultado fue que nos pitaron penalti y el colegiado puso en la caseta a nuestro central de un tarjetazo. Después, de un punterazo imparable por el centro, nos metieron el definitivo uno a cero, que terminó con las aspiraciones de nuestro club y nuestra ciudad.

El árbitro pitó el final en vista de que los ánimos se calentaban y todos a la caseta esquivando la lluvia de objetos, que además nos costaría una sanción.

Volvimos a casa con las orejas gachas y sin hacer la visita de las victorias, al bar de Paco.

Cuando llegamos a mi casa, en busca de nuestras esposas, nos pareció que del interior salían los gemidos de dos mujeres. Primero suaves, después se acompasaban los gemidos con unos golpes rítmicos, luego los gemidos fueron subiendo de volumen convirtiéndose en gritos. Era como si una provocase los gritos y gemidos de la otra, era un frenesí de locura .

Mi amigo y yo nos miramos y los dos creímos entender lo mismo, mi amigo comentó que aquello era lo que nos faltaba.

Metí la llave en la cerradura y entramos despacio, hasta el salón. Las dos estaban sentadas en el sofá, vestidas con sendos chándales y con cara de aburridas.

Mi amigo y yo nos miramos con alivio. En la tele disputaban a gritos un partido de tenis, Ana Kurnicova contra Venus Williams.

domingo, 1 de mayo de 2011

Mayo

Pregunté a Mayo, al verle, a qué venía.

Mayo me miró a los ojos y me respondió: recuerda.mayofrances

A mi mente llegaron las imágenes de París en blanco y negro, ardiendo los adoquines y el asfalto, buscando una playa que nunca apareció. El realismo buscaba vanamente lo imposible por los pasillos efervescentes de La Sorbona y el mundo aspiraba la fragancia de unas flores marchitas, apenas nacidas.

Es tu fracaso, le espeté a Mayo, es otro de tus fracasos.                                          2 may

Igual que aquella vez que llegaron los fanfarrones a Madrid, de la mano de las ansias de Murat, envueltas en el uniforme de mariscal y aplastando las calles, entre el humo de los trabucos y los caballos destripados de los mamelucos, pisando las ansias de libertad de las gentes y fusilando la sinrazón a los héroes.

1mayY Mayo sonrió hipócrita enseñando brotes de primavera y flores efímeras, como los sueños de las gentes. Miró cínico los puños cerrados y levantados de los parias de la tierra, recordó a los muertos por la dignidad y orinó burlón lluvia sobre sus tumbas. Sus flores siguieron engalanando las mismas mesas, los mismos palacios e hizo germinar de nuevo los cardos alrededor de las chabolas.

Mayo quiso engañarme con sus fragancias, dormirme entre las plegarias a las vírgenes y embaucarme con sus promesas.

Pero a pesar de sus susurros de sol, yo no olvido sus tormentas.