miércoles, 25 de julio de 2012

El precio

TrillaCon las primeras luces apuntando tras las lomas, hubo que ignorar los pinchazos de los músculos, que querían negarse a abandonar el lecho y estirar los brazos hacia el cielo en busca de, no sé qué cuerda de salvación, de la condena al trabajo.

Los párpados quisieron superar la sensación de roce de madera sobre arena y al fin abrieron un resquicio en cada ojo para encender el mundo.

Con solo una voz abandonaron los camastros los brazos útiles de la casa, sin preguntarles la edad,ni el sexo, ni por su descanso.

Galletas de vainilla, la copa de aguardiente, chaqueta de pana para espantar el relente mañanero y después de uncir las vacas al carro, carretera y manta.

Camino de cantos hasta la tierra y el carro traqueteando a tamballadas supera la distancia con pereza.

Un brazado tras otro, pinchado en los dientes de la horca, se acomodan en el carro, tapan los laterales, levantan los telerines y ocupan el lugar del aire que empieza a calentar el sol, la mies se embarca en un viaje preestablecido.

En la era, sopas de ajo con torreznos, después de esparcer sobre el círculo de paja de ayer el fruto del acarreo. Vino ácido para lavar el polvo de los labios y observar el sol colándose amenazante por las rendijas del sombrero de paja.

La trilla da vueltas a los demonios del sueño y los tábanos bailan buscando la sangre de cualquier víctima, persona o animal. Las moscas devoran a las vacas por los ojos y el sol aplana cualquier plan de otra vida mejor.

Y cuando el astro tirano se coloca en lo más alto del cielo, al fin se cambia la paja por la olla y la familia de condenados se sienta a la sombra de una chopa para reponer las fuerzas del cuerpo.

La luz resulta cegadora, en los principios de la tarde del verano, cuando los restos del naufragio del madrugón se amodorran en una calma chicha.

Un rato de sucumbir a la tentación del sueño. La trilla está medio hecha, las vacas sueltas en las balsas del río y la siesta es un bálsamo imprescindible que construye un poco de paz sobre los zumbidos de las moscas.

No sabe si lo soñó o lo vio entre las rendijas del sombrero sobre la cara, pero supo que el futuro hablaría de que el pan, sin siega a hoz, sin acarreos, sin la gloria del aparvadero, con menos dolor de espalda, resultaría a la gente aún más caro.

sábado, 14 de julio de 2012

Con los cinco sentidos

imagesTodos los sentidos, y nada más que ellos, tienen su importancia en ese momento.

Uno escucha cada palabra, unas veces dulces, otras alegres, incluso alguna vez soeces y es una música que te hace ser consciente de que tus orejas nunca tuvieron tanta importancia.

El olfato hace que cada esencia perdida en el aire te penetre en el cerebro. El aroma de su piel al aire, los efluvios de su pelo que de pronto se hacen patentes.

Su boca sabe a olas dulces y a la vez saladas y tu lengua confunde los sabores en una mezcla endiablada, de la que no es posible descubrir su química.

El tacto se convierte en una forma natural de morir. Las manos pueden perderse por caminos, que explorados o no, siempre son nuevos. A través de la piel, que ignora las barreras del vestir, captas mil fuentes de calor apretado y puedes sentir como sus manos aprisionan tu nuca contra sus labios.

Pero los ojos son los que te hacen caer en un precipicio sin vuelta, en el momento del beso, cuando hartos de aspirar la luz de su rostro, los fotones de un mundo que se derrumba, las formas de su cuerpo único en la multitud, se cierran para poder seguir viendo más allá.