lunes, 30 de diciembre de 2013

La Burundanga

images Si es que lo del Ramirín no tiene arreglo. Le han bajado la pagucha que tenía y casi no le llega para pagar la luz. Pero el jodido cobra a primeros, cuenta los cuartos y se deja caer otra vez en el vicio.

¡Qué le va a hacer uno, está uno soltero! A nadie tiene uno que dar explicaciones de en qué gasta sus perras, de si va o si viene.

Va a tener que echar mano de las cuatro perras que tenía su madre en la cartilla, de cuando estuvo en Alemania. Ahora le toca también pagar algo de las medicinas para lo suyo y habrá que retejar, que el invierno viene húmedo y las latas no dan abondo a las goteras.

Cuando va a mirar la cartilla de la caja de ahorros le dicen que ya no tiene un duro, que lo metió en no sé qué sitio preferible o preferido y que se ha esfumado casi todo, que con lo que sacó la última vez se ha quedado sin pluma y cacareando, como el gallo de Morón.

Sí que sacó algo, sí, pero apenas recuerda que salió de La Caja derechito a ver a las zagalas del Volcán Rojo. Pero no puede ser que lo gastara todo. Ramirín tiene vicio, pero vicio modesto, lo justo para aliviar la quemazón y marchar para casa.

Antes de lo del Volcán Rojo echó gasolina al viejo Cuatrolatas y ni miró el precio, pero los billetes salieron zumbando de su bolso.

Aunque lo mismo es verdad lo que dicen en el televisor, que circula una droga por los puticlúbs, que las meretrices te echan en la copa y te vuelves modorro del todo, lo llaman La Burundanga.

Con eso de La Burundanga te sacan las perras y tú ni te enteras.

miércoles, 25 de diciembre de 2013

Mariquitas

images Como llegó la receta de Madeleine, cocinera del rey de Polonia y duque de Lorraine, a los hornos de nuestras abuelas es un misterio de esos que no vale la pena desentrañar.

La cosa es que el recuerdo de la leche caliente de los desayunos y una madalena abierta, esponjosa, dorada puede disparar las glándulas salivares y ponerlas a plena producción.

¿Quien no se acuerda de ese apetito goloso a media mañana, que tiraba del mandil de madre o de güela ? ¿quieres una mariquita?, te respondían con la voz colmada de dulzura y te colocaban en las manos pequeñas, el papel relleno de una esponja de huevo y azúcar.

Tres o cuatro huevos, doscientos gramos de azúcar, un vaso de leche, otro de aceite, cuatrocientos gramos de harina y un sobre de esos polvos mágicos, llamados levadura, que hacen crecer y esponjar las masas.

Romper los huevos y batirlos en un cacharro con el azúcar. El color se torna de un amarillo intenso y el plás, plás que se oye al batir invita a cantar alguna canción de las que pueblan la memoria. A la luz del cigarro voy al molino. Y la mezcla del huevo y el azúcar desprende el primer olor a siembra dulce. Si el cigarro se apaga, morena, me voy al río.

Añadimos a la mezcla la leche y el aceite y el plás, plás se hace más grave y más pesado. Déjame subir al carro, carretero de La Robla. El amarillo de la pócima se asemeja ya al polvo de los caminos en verano. Déjame subir al carro, que quiero ver a mi novia. 

Al fin, volcamos la harina y la levadura mezcladas. Aquí más vale no cantar, pues el amasado toma un ritmo mas cansino, que sólo sigue una vieja acordeón venida de los aires melancólicos, de los marineros de La Habana. Que déjame subir al carro, carretero, que déjame subir al carro que me muero.

Todo trabajo tiene su reposo y la mezcla densa también lo pide. Media horita para charlar y para comentar si lloverá, desde los visillos de la ventana. También es la ocasión de poner el horno a precalentar a doscientos grados, de los centígrados.

Hay que echar la mezcla melosa en los moldes de papel, llenando aproximadamente las tres cuartas partes de él, para introducir las mariquitas en el horno. La temperatura podemos bajarla hasta los ciento y ochenta centígrados y podemos embobarnos viendo cómo crecen sobre el molde de papel y se van esponjando, y se van dorando y el aire toma ese olor dulce que se esparce por la casa y llama a los más pequeños, despertando su instinto de goloseo.

Al cabo de unos quince minutos pueden salir del horno y podemos espolvorear sobre ellas, una nevada de azúcar molida.

¡Helas ahí! tiernas, doradas, calientes, humeantes, tentadoras…

sábado, 14 de diciembre de 2013

Las luces

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Cada año por esas fechas, a ella le gustaba llevarle al centro de la ciudad, por ver si el ambiente navideño le encendía una brasa, que le avivase por dentro.

La tarde cayó como si lloviera. Oscureció y poco a poco se fueron encendiendo las luces de los coches, las luces de las farolas, las luces de los árboles de navidad.

A él nunca le gustó la navidad. Demasiados recuerdos en negro, demasiada niebla, demasiadas ausencias.

Enfiló del brazo de ella la Calle Mayor, esa calle recorrida mil veces, con olor a castañas asadas en los inviernos y un bullicio silencioso, sin estridencias, sin gritos, muy a la medida de gentes parcas hasta produciendo lágrimas de alegría.

Yo te sujeto como siempre, le dijo ella, apóyate en mi brazo y camina igual que en cada paseo juntos, como si fuera ayer, de la misma manera que lo hemos hecho en los últimos treinta y dos años.

Y él caminó hacia adelante sin vacilar, con esa fe ciega en quien te ha conducido, con mano firme y segura, por el borde de un precipicio, sin dejarte caer.

Metió la mano derecha en el bolsillo del abrigo que ella eligió, como elegía siempre su ropa. Él nunca entendió de colores, ni de combinaciones de prendas, ni de tonos, pero desde que la conoció no le hizo falta. Él era elegante porque ella lo era, él tenía gusto al vestir, porque ella lo tenía, él andaba seguro sobre los adoquines, porque ella le daba seguridad.

La gente caminaba por la calle con paso apresurado, en una inútil huida del frío. Las bocas exhalaban vapor y la lana cubría las ganas de liberar la piel. El aire dolía al respirarlo y la humedad caía al suelo, hecha cristalitos brillantes.

Continuaron los dos andando bajo los soportales y oyeron tocar a los músicos callejeros. Acordeones tristes y violines nostálgicos, le parecieron el más bello concierto que puede interpretar un hombre atrapado en la desgracia y pensó que la banda sonora de la Calle Mayor, le había contado como nadie a qué huelen los bancos en los que nadie se sienta, cual es el sonido de los pasos que aceleran al oír la música, por qué no hay pájaros en los portales.

Ya estamos cerca mi amor, le dijo ella, y él asintió con la cabeza vendada. De sobra sabía el número de pasos que hay desde el parque hasta el Cruce de La Gorda y desde allí a la entrada de la Plaza Mayor, los metros que hay desde la castañera hasta los villancicos del ayuntamiento.

Ella lo condujo hasta el centro de la Plaza Mayor, que les pareció a ambos el centro del mundo y allí le retiró la venda de los ojos y tomó su cabeza entre sus manos besándole los párpados.

Al fin, después de la operación, pudo decirle la frase que siempre había soñado decirle y él esperaba oír desde el día en que nació: ¡Abre los ojos! Y él con ganas, pero con miedo, los abrió.

Ahora si podía ver la música de las campanillas, y mirar cara a cara el rostro de la helada, sentir la altura del árbol de navidad de la plaza sin tener que escucharlo.

Aquel ser que tenía delante, debía de ser ella y no supo interpretar el brillo acuoso que pendía de sus ojos, pero le pareció la más bella visión que se había perdido tantos años.

Cuando las luces de navidad se encendieron en sus ojos por vez primera, cuando vio correr a los niños, cuando en su mirada se descorrieron las cortinas, se sintió como nunca cercano a la locura y supo por primera vez que aquello que le desbocaba el corazón, era alegría.

lunes, 28 de octubre de 2013

Luto negro

Lazo Han vuelto a aullar las sirenas del miedo y la tierra ha escupido cadáveres.

Como una sombra negra han aparecido los fantasmas de otros tiempos, los demonios de las profundidades escupen otra vez grisú y el único consuelo, padre, es que tú ya no estás para verlo.

Sólo te alejaste de las montañas de carbón cuando el hormigón selló sus pozos, pero sentías orgullo cuando en otra tierra que no era la tuya te llamaban El Minero. Te sabías grande mientras sonaban esas palabras y te sentías fuerte y alto como la torre del castillete de El Calero.

Yo aprendí a crecer con orgullo a tu lado sabiendo que siempre supiste ser más sólido que tus miedos.

Vi temblar tu barba de emoción cuando supiste de la muerte de tu amigo Sabas, que huyó de una mina a otra, porque en la vida sólo conocía el vino que bebe el picador y la mina acabó siendo su tumba.

Se te hinchaba el pecho cuando veías a los mineros luchar, todos eran compañeros y a todos parecías conocer aunque sólo los hubieras visto en las fotos de los periódicos de lejos. Tu misma cara negra, tus mismos ojos tiernos, tu mismos callos en las manos y una misma actitud gallarda ante la vida.

Hoy vuelven a estremecerse las cuencas y parece no haber consuelo para los alaridos de las mujeres ni  para  los corazones aprisionados entre los cerrojos de la rabia de los mineros. Tanto luchar para pagarle tributo al gas.

Manuel Moure, Orlando González, Carlos Pérez, Antonio Blanco, José Luis Arias, Roberto Álvarez. Cómo duelen vuestros nombres en los telediarios, cómo resbalan las lágrimas por los tejados sucios de vuestra tierra.

Esta es la única lucha inútil, la que hace arder la muerte en la barricada del dolor, la que hace sufrir y el premio no es el pan negro. Sin vosotros la entrada al pozo no será igual que ayer para los compañeros, al barro duro de la mina se le unirá vuestro recuerdo para hacernos más grandes.

Os lo digo yo, que soy el hijo de El Minero y siempre he sabido que por mis venas corre a borbotones la sangre negra.

martes, 3 de septiembre de 2013

La diáspora

imagesHa terminado agosto y parece que se acabó todo. Los días siguen viajando con el sol por inercia, pero ya no importa el calor, no debería de seguir existiendo.

Hemos mirado, hundidos en la resignación, cómo se consumían los días de la última fila del calendario. Veinticuatro, veinticinco, veintiséis, no había forma de detenerlos. Esta vez daba vértigo la precipitación hacia el final de la semana.

Todos sabíamos que el tiempo en el oasis ha terminado, que volveríamos a comparar el allá con el acá, el huir con el quedarse.

Poco a poco, uniéndose las gotas a los arroyos y a los torrentes en huida, la tierra seca va desangrándose en un río, al que llama un mar extranjero, que convierte en jardines los campos de otros .

Y desde las dos orillas somos los mismos, pero tan distintos de nosotros mismos, tan parecidos a lo que ya no somos, tan añorantes de lo que hemos llegado a despreciar, tan ignorantes de nuestra propia metamorfosis.

Somos un pueblo en la diáspora, con las manos manchadas de barro perdidos en un vagón del metro, con los ojos llenos de rascacielos en nuestra aldea, con un colchón de paja en las ciudades y un lecho de reyes en la ribera de nuestro río.

Extranjeros en dos tierras, exploradores de dos mundos, hijos de mil culturas, hijastros de cada madre. Nos hemos acostumbrado a tener el hogar en cada lumbre y a conocer nuestros nombres en distintas lenguas. Sabemos quienes somos pero desconocemos nuestro lugar, aunque nos sean familiares por igual el mar y la rastrojera, el parque verde y las tapias de adobe descarnado. No hemos podido ser lo que soñábamos, pero ya hace tiempo que no somos los mismos que participaron en la despedida.

En el mismo exilio viven los que se van y los que se quedan y la separación hiere por igual a quien sufre la condena de los horizontes vacíos  y quien es vaciado, devorado por perseguir horizontes.

Unos queremos despedirnos de los amaneceres fríos y la tierra reseca y otros daríamos lo que fuera por no abandonar jamás las piedras de nuestra infancia.

Pero al final todos somos los que nos deshacemos al escuchar el canto de una alondra, nos abandonamos escuchando como un mantra el rumor del río bajo el puente, nos perdemos sin ganas de ser encontrados en las choperas verdes, nos remontamos al pasado rebuscando en la memoria colectiva.

Todos somos el mismo pueblo, esperando el próximo reencuentro con nosotros mismos.

lunes, 19 de agosto de 2013

De cómo Nuño el escudero se reencontró con su cuna de piedra.

Nuño se levantó del suelo, después de no sabría decir cuanto tiempo de inconsciencia, con una sensación en la cabeza como de tenerla metida dentro de una campana, a la que el badajo golpeara en cada latido.

Toda su corta vida al servicio de su señor, Don Fradique, un caballero que servía a la reina Doña Urraca en la defensa de sus reinos y ahora volvía caer en la orfandad de la que don Fradique le sacó.

No recordaba haber vivido un solo año de sus catorce en paz. Cuando no era contra leales a Don Alfonso, El Batallador, era contra nobles tanto de León como de Castilla, pero siempre guerreando al servicio de Don Fradique.

Corría el año de nuestro señor de mil y ciento veintiséis, cuando Doña Urraca, la reina, murió en el castillo de Saldaña, habiendo conocido la misma paz que Nuño, a pesar de haber vivido treinta y un años más que él. Cuando la llevaban a León, para que la recibiera la tierra,  otros caballeros y Don Fradique escoltaron el cuerpo de la reina y con Don Fradique, Nuño como siempre.

Fue en Sahagún cuando unos caballeros desconocidos, decidieron saldar cuentas con la escolta de su difunta alteza y en la sorpresa las saldaron con ganancias. Nuño sujetaba el caballo de Don Fradique, que se batió hasta la muerte y al caer caballo y caballero, Nuño terminó bajo el peso del animal. Antes de caer, vio los chopos del plantío que brotaran de las lanzas, hincadas en tierra por los leales a Don Alfonso, El Batallador y supo que siguiendo por el río arriba, se encontraba el castillo en el que un día le parió una lavandera de Cea.

Atravesando la abadía de Trianos, siempre pegado al río, recorrió una legua más que le separaba de su castillo natal y en llegando a una pradera que se tendía dulce entre la villa y el río, enganchó sus ojos de la mole de piedra que fue su cuna.images

Corrió con las escasas fuerzas que le restaban como si quisiera llegar a los pies del castillo antes de morir y casi pidió la muerte cuando, al final del Campo del Río, junto al cerro del castillo vio unas cintas rojas y blancas que lo rodeaban abrazando a los árboles y un letrero que así rezaba: Se prohíbe el paso, peligro de derrumbe.

martes, 13 de agosto de 2013

La nube

0950-Cielo tormentoso-11-01-05Parece mentira, ayer el cielo parecía haberse enojado para siempre, en él se revolvían los nubarrones negros y amenazaba con una pesadilla eterna.

Los truenos pretendían nuestra rendición por miedo y en las esquinas vociferaba el viento sacudiendo los árboles y las flores, a la vez que arrastraba los pequeños proyectiles en forma de granos de arena.

Sin embargo hoy los dioses están aplacados, como si hubieran perdido la memoria en cualquier rincón de la noche oscura y se hubieran olvidado de nosotros.

Los tejados de las casas disimulan al sol del amanecer y retoman la vida como si no hubiera pasado nada. En eso debe de consistir la paz, en que el cielo azul ignore que una vez se vistió con vapores grises de plomo y piense que nunca fue otra cosa que protector de los hombres.

Ya están hechas las parvas en las eras y los sudores a punto para el fruto, por eso es necesario creer en la paz perpetua, para no naufragar en la desesperanza y que no se ahoguen las primeras sonrisas de las mañanas.

Empieza a caminar el sol de cada día, el río corre fresco y limpio y el aire de la mañana aun no abrasa. La gente se despereza en la atmósfera dulzona de las alcobas y los trinos ensordecen al pueblo.

Yo miro hacia el cielo del poniente, tratando de adivinar si por él hoy encontrarán su camino los nubarrones.

domingo, 4 de agosto de 2013

La Resu

imagesElla cree haber sido niña alguna vez, pero nadie más se acuerda. Los vecinos del pueblo, a fuerza de ignorarla, sólo la recuerdan con la cara del día anterior.

Alguien debió de inculcar en su cabeza que no se mata al hambre siendo uno más de los hambrientos y por eso quiso, desde siempre, desprender ese tufillo de superioridad, que tanto molesta a los que comparando, no encuentran diferencias en el rugir de las tripas desesperadas.

La escuela no hizo en ella más mella que en las demás niñas. A penas leer, escribir y manejar las cuatro reglas. En un pueblo con olor a hierba segada y a boñiga de vaca, ella pensó que lo mejor que podría aprender, sería la forma de salir de él por la puerta grande.

De moza, era lo que en estas tierras se viene a llamar una moza fanfarrona. Si se la comparaba con las demás, alta y fuerte. Si no fuera por ese rictus amargado, guapa. Si no fuera por las medias con carreras, con clase. Pero ella no se molestaba en disimular el desagrado que le producían en el baile las manos toscas y los ademanes poco refinados de los labrantines. Ese olor a pobreza, tan parecido al suyo, era capaz de revolver su estómago hasta la náusea cuando lo percibía en los demás.

Pero una vez perdió los papeles cuando un galán atrevido la sacó de la mano del baile y la arrinconó contra el barro de una tapia. Por un momento a ella le flaquearon las rodillas, al darse cuenta de que no terminaba de desagradarle el tener emborronado el carmín y alrededor de su boca una humedad que no era la suya.

Su madre, cuando la vio llegar con los pelos desarreglados y la espalda del vestido víctima de los restregones contra el tapial, la preguntó, no, la gruñó ¿donde te has arrimado? no te he criado yo robando gallinas, para que te dejes sobar por cualquier destripaterrones.

La cosa es que el mozo tenía un capitalito y mucha ambición, así que apremiada por la amenaza de un arroz pasado, terminó casada con el único mozo del pueblo que no la tenía miedo.

Su marido reunió un dineral trabajando de sol a sol y trapicheando con inteligencia. Al menos ella se vió liberada de los trabajos con los que cargaban las demás mujeres. No es que ser señora de una casa fuera un trabajo ligero en aquellos años, pero no se pasaba el día como las demás segando y echando de comer a los cerdos. No destrozaba sus manos, ni tostaba su piel al sol y al aire de las rastrojeras. No era lo que soñó. Aunque su marido tenía dinero, alguien dijo que seguía siendo un ladrón de cagalitas, pero si ella se comparaba con otras vio que cobraba facturas a la vida en lugar de pagarlas.

Puede que no se pueda alcanzar la gloria de un solo salto, pero viendo crecer a sus hijas pensó que del siguiente saltito, ellas además de dinero tendrían el reconocimiento social que a ella nadie concedía.

Una vez las mozas aparecieron por el pueblo con unos gañanes de baja estofa y vieron a su madre perder la compostura y gritarlas aquello de que en su casa no entraría ninguno que no tuviera carrera. Así que las niñas fueron a la universidad, que si no sacaban la carrera, ya encontrarían a uno que la tuviera.

El salto social parecía asegurado al llenar la cena de Nochebuena de licenciados e hijos de licenciados, pero en el pueblo parecían molestarse ante tanta prosperidad y seguían diciendo que mucho postín para un ladrón de cagalitas.

Toda la vida queriendo ser Doña Resurrección y no poder pasar de “La Resu”.

miércoles, 31 de julio de 2013

A la luna en carro

imagesMe pareció buena ocasión de decírselo al pueblo un domingo, después de misa, un día que se había convocado a concejo, para ya no me acuerdo qué.

Vecinos, marcho. ¿A donde?, me preguntaron. Voy a hacer un viaje a la luna una noche de estas. Voy a preparar el viejo carro de vacas de mi abuelo y una noche de luna llena despegaré del alto del castillo.

Se desató el desmadre, todos comentaban mi noticia y había división de opiniones. Unos decían que soy borile y otros que estoy modorro.

El alcalde y el secretario me exigían el pago de la licencia de construcción de la nave, es la ley.

Mi mujer me llamó irresponsable y entre lloros me preguntó qué sería de ella si no vuelvo.

Mi hija pensó en ir conmigo pero al final me dijo que ir a la luna mola, pero he quedado con mis amigos.

Adriano echó la gorra para atrás, se rascó la cabeza y dijo: Si se te ha antojado, ¡a callar los pequeños!.

Mi jefe me dijo que en fin de semana, que haga lo que quiera, pero el lunes a las seis como un clavo en el curro.

Mi amigo Tomás me dijo que estoy loco, que no me puede acompañar, que tiene mucho trabajo, pero me ayudaría en la preparación del viaje.

Entre Tomás y yo levantamos una cabina de tablero contrachapado, encima del carro y a las ruedas les acoplamos los peines de la vieja segadora/gavilladora, para que hicieran de aspas que impulsen la nave.

La primera noche de luna llena, Tomás y yo llevamos la nave al alto del castillo, arrastrada con una moto, y allí nos dimos un abrazo de despedida, antes de empezar el vuelo.

Desde el alto del castillo, dejando caer el carro por  la cuesta que va al cementerio, para coger velocidad y haciendo girar a los peines, pude despegar antes de chocar contra la iglesia.

El pueblo estaba precioso bajo la luz de plata y quise dar una vuelta de despedida alrededor. Vi por última vez mi casa, el Alto del Castro, di una última vuelta para ver mi huerta y tiré una rosa desde arriba antes de apuntar a la bola blanca y luminosa.

Como veis ya he vuelto, de la libertad siempre se vuelve.

Si veis que estoy como ausente, que miro, pero no veo, que a veces apuntan a mis ojos lágrimas de nostalgia, no os preocupéis, es que estoy en la luna.

¿Que qué vi allí? haber venido conmigo, sólo os diré que el combustible de mi nave era esa sustancia de la que están hechos los sueños.

sábado, 27 de julio de 2013

La escuela

la-autoridad-en-la-escuelaLa escuela de párvulos se situaba entre tres carreteras y dos calles, encaramada en un puente sobre una reguera. Un cruce de caminos es el mejor lugar para aprender a tener dudas desde la más tierna infancia y desde entonces, las dudas han sido mi mejor herramienta para aprender.

Pizarra bajo el brazo y pizarrines de piedra o de manteca en el bolsillo y  a la escuela. La carretera estaba escoltada por viejos chopos, a mano derecha la tienda de Lobete, donde comprar de todo, a la izquierda la huerta del cura y en llegando a la tienda de Mari Cruz (la de Everilda), frente por frente estaba la escuela.

Buenos días tenga usted, era el saludo pactado con Eva, la maestra, una muchacha agradable y de buen carácter que aun no tenía como herramienta de enseñanza la vara verde.

Y las mañanas de los inviernos pasaban al calor de la estufa entre ya no me acuerdo qué lecciones ni qué dibujos.

A veces la maestra se ausentaba y se desataba el guirigay de los chiguitos, el hurto de pizarrines y la carrera de todos a la ventana, cuando alguien dijo: ¡mirad! Javi (el del carretero) se ha corrido la escuela. Y todos veíamos con envidia la carretilla de madera que Javi paseaba entre los cantos, mientras los demás estábamos presos en la escuela. ¡Correscuelas, correscuelas! le gritábamos desde la ventana y él aceleraba su vehículo para desaparecer, antes de que le viera la maestra.

En aquella escuela yo aprendí a saludar al llegar y al despedirme y a defenderme, más bien mal, en la selva de la convivencia con otros, pero la recuerdo con nostalgia.

Después la escuela dejó de funcionar, Eva, la maestra se casó con Gabino, un guardia civil pelirrojo, con un gran mostacho y se fueron del pueblo.

Al cabo de unos años, la señal de que nos hacíamos mayores, fue que derribaron la escuela. 

viernes, 21 de junio de 2013

Verano

descargaHace años que la llegada del verano me pilla desprevenido, será que no le presto atención porque ya no me coincide con el final de curso.

Recuerdo la sensación de estrenar libertad nueva y limpia que proporcionaba el guardar los libros para toda la eternidad que suponía la llegada de otro curso.

Cualquier mañana con sol parece el estreno de un domingo, pero las del veranoimages (1) saben a otra cosa. Saben a dulzor perezoso entre sábanas, a aire fresco a la sombra de una enredadera, a una condena a la galbana del medio día.

Los veranos de mis primeros años sabían a río de hierba y a hierba de río y la banda sonora eran los silbidos de los vencejos, el ladrido de los perros y las tamballadas de las llantas de los carros, tirados por vacas perezosas entre los cantos de la calle.

images (4)Ojos llenos de eras, caras con polvo de mies, trillas como carruseles eternos, animales atados a su condena, moscas zumbando, sombra bajo el carro, olor a grasa de los ejes.

Ahora el verano ya no tiene esa magia. Ya se siente el relente en las verbenas de los pueblos, el frío del agua del río, que hace imposible el baño, la obligación de ir pronto a dormir para trabajar mañana.

imagesCon el paso de los años algunas cosas han mejorado. El calor de agosto ya no es obligatorio, los carros se han podrido en las eras o adornan los jardines, las piscinas sustituyen al río y el aire acondicionado a las moscas. Pero no sé qué daría yo, por volver a acechar desde una higuera como duerme la siesta una muchacha. 

jueves, 13 de junio de 2013

¿Sabéis lo que pesa el barro?

1012644_10151645617059525_1428521587_n¿Sabéis lo que pesa el barro?.

Es esa mezcla simple del polvo con el agua, que espera quien le de forma y vida. ¿Pero sabéis cuanto pesa?

Hay niños que lo mueven, olvidando los juegos, manchando sus manos con marcas infames  de la vida, a cambio de un suspiro para mañana.images (1)

¿Alguna vez habéis cargado con el barro? ¿habéis sentido su gravedad húmeda apoderarse de vuestros brazos? Hay viejos que lo sufren sin poder sentarse a la lumbre, poblando el barro reseco, que vuelve a inundarlos de polvo y sed, en sus últimos días.

images¿Habéis trabajado el barro?. El barro reseca las manos y mancha las caras y se agarra pegajoso a los riñones de quien le pide vida, sólo vida. A algunos hombres se les carga con el barro y no se les paga al peso.

¿Sabéis como resbala el barro? ¿habéis probado a huir en un barrizal?. Quieres escapar, pero el suelo te atrapa por los pies y te quiere absorber y te hace revolcarte por el suelo pringoso. Los desesperados no pueden escapar porque alguien les ha tendido una trampa en el barrizal.

miércoles, 5 de junio de 2013

El sermón

descargaEl predicador, rodeado de sus discípulos, se dirigía a la multitud que le escuchaba embelesada.

Bienaventurados los poseedores de un piso hipotecado, porque ellos tendrán un pedazo de la tierra (y van que chutan)

Bienaventurados los que cambian de coche cada tres años, porque de ellos serán los peajes y los impuestos sobre carburantes.

Bienaventurados los poseedores de una tele de plasma, porque en su mente sembraremos la modorrera.

Bienaventurados los que se endeudan para pagarse las vacaciones, porque ayudan a los beneficios de los bancos.

Bienaventuradas las que no se conforman con sus tetas, porque ellas serán operadas, con una financiación estupenda.

Bienaventurados los aficionados a la ropa hortera, porque ellos marcarán tendencia.

Bienaventurados los aficionados al fútbol, porque Hacienda perdonará a su equipo las deudas.

Bienaventurados los que pasan de la política, porque así se les dará todo hecho.

Bienaventurados los que dejan la escuela por los andamios, porque al fin sacarán dinero para todo lo de más arriba.

Uno de sus discípulos (un sobrino político) se acercó al maestro y le dijo al oído: Maestro, toda esta gente lleva mucho tiempo siguiendo tus enseñanzas y a pesar de todo, tienen bienestar, pero empiezan a estar hambrientos.

Y el Maestro dijo: Sacad mi bocadillo de chorizo del morral y repartidlo a un euro el bocata.

-Maestro, son muchos. Y el maestro dijo que así recaudarían más.images

Los discípulos (todos sobrinos políticos) empezaron a repartir unos y a cobrar otros, hasta que se empezó a oír entre la multitud un rumor, que luego se tornó voz y al fin grito rabioso.

El Maestro, poco acostumbrado a escuchar al pueblo, preguntó a uno de sus sobrinos políticos ¿qué gritan?. El sobrino político contestó: Maestro, dicen que no hay pan para tanto chorizo.  

sábado, 1 de junio de 2013

Agonía del mar verde

images (1)images (4)Verde, era verde la tierra que movía el viento, en un rincón de los recuerdos.

Hasta que el carrusel del tiempo regresó a la primavera y las evocaciones se hicieron mar.

Ya no basta con imaginar las olas, azotando con furia los cadáveres mecánicos, rodeados de herrumbre, ahora hay que acomodar descargalas pupilas a la luz cegadora, de un océano en continuo movimiento ondeante.

Una inmensidad, los ojos alargando la mirada y las espigas huyendo hacia el horizonte ¿buscando qué? ¿acaso el lugar al que escaparon los náufragos expulsados de esta tierra? ¿acaso esperando un barco en el que huir?.images (6)

Aun queda quien siembre mares, pero la sentencia está pronunciada. El tiempo se precipita en una cuenta atrás condenatoria y sólo quedarán los viejos, esperando la sequía de los surcos, el abandono de las riberas y la marcha de la última patera sobre la última ola.

imagesPronto las palomas que surquen los cielos volverán al palomar, en una playa pedregosa, inmensa y reseca, sin una espiga en el pico y en el suelo sólo pescarán gusanos.

Parece que esté lejano el cumplimiento de la sentencia, viendo este mar conmari-mar_de_espigas tanta vida, sintiendo en nuestras venas correr la savia del centeno, la alegría de los trigos, la saciedad de la cebada. Pero el fin nos cogerá confiados, siempre lo fuimos, nunca nos preocupó demasiado este desangrarse dulce y no nos espanta ese rastro de sangre, que pintan en el mar las amapolas.

miércoles, 29 de mayo de 2013

El banco

EscañoLa cocina de mis abuelos tenía un banco. En realidad no había cocina sin banco, todo el mundo tenía un banco.

El banco era nuestro, de nuestra casa. Más o menos grande, más o menos noble, más o menos bonito, pero nuestro.

El banco estaba a nuestra disposición para charlar sentados en él, para dormir una siesta de urgencia, para esperar con paciencia las noticias del parte de la radio. Teníamos un banco.

Un día conocimos a otro banco, un edificio donde llevar los cuartos. No es que el dinero fuera mucho, pero nos convencieron de que había que llevarlo al banco, con la promesa de hacerlo crecer, de multiplicarlo.

Y aprendimos a leer la cartilla, la de ahorros. En una columna ponía debe y en otra haber ¿como que debe haber? ¡tiene que haber, que yo lo traje! Velay lo tienes, donde pone saldo.

Alguno con el dinero que en el banco su dinero producía y algo más de un préstamo que pidió, cambió el banco de la cocina por otro más rumboso, de madera noble y apoyabrazos de lujo, con un espacio bajo el culo, donde guardar la orza del lomo. Al nuevo banco lo llamó escaño. images (1)

¡Anda, un escaño! ya podíamos sentarnos como los “diputaos” con el culo a salvo en madera barnizada. “Esto de la mocracia es un alanto”  Los diputaos se pasan cuatro años decidiendo por nosotros, para que nos de dinero el banco para comprarnos una casa en la que colocar nuestro escaño.

Al nuevo préstamo lo llamaron hipoteca. Joder lo que da de sí un banco, al abuelo lo hicieron importante, cuando entregó sus perrillas de toda la vida. Un día vino a casa diciendo que su dinero los del banco lo llamaban preferente.

Que si, que me lo ha aconsejado Vicente, el director. Ya ves tú, yo me fio de él, lo conozco de siempre y alguna vez me ha ayudado, como cuando me compré el escaño.

No se que nublado vino un día, que de repente yo no tenía para pagar la hipoteca y al abuelo le desaparecieron las perras preferentes. Una crisis, dicen que hay.

Los del banco nos dijeron que de devolver las perras al abuelo, que verdes las han segao, que si no miró donde firmaba, que si hay que asumir los riesgos.

A mi me mandaron a los municipales y a los del juzgado y me pusieron la maleta en las goteras de malas maneras. Me quedé sin casa, sin banco y no hablemos del escaño.

El abuelo y yo, fuimos a la puerta de donde trabajan los diputados, a la puerta, que ni para entrar a la cafetería a tomar un “yintónic” subvencionado nos llegaba.

¿Que qué nos díjon? que desalojáramos, que en el templo de la democracia no se arma lío. ¿Con la de escaños que hay aquí no hay para lo nuestro?images

Los del los escaños hicieron una ley para que no devolvieran al abuelo las perras preferentes y otra para que a mí me dejaran sin casa y sin escaño.

El abuelo y yo fuimos de paseo al parque y ¿qué encontramos? ¡Un banco!

Ya tenemos donde dormir, abuelo. El abuelo me miró con mala leche y dijo que si usábamos ese banco, terminaríamos sin poder dormir ni en el suelo.

lunes, 27 de mayo de 2013

Tiempo revuelto

imagesNo, la primavera no colma nuestras esperanzas.

Cada día uno se levanta mirando por la ventana, buscando alguna señal de que las cosas cambian, tratando de ver un pedazo de cielo al fin limpio, claro, sin amenazas.

Ya no hay hombres del tiempo como los de antes, ahora la información meteorológica es un espectáculo más. Engancha, nos tiene pegados a la caja tonta. El-la protagonista de la pantalla se mueve, casi con movimientos de danza, de los soles a los rayos, a gran velocidad por el mapa, con la prepotencia de los que ,al fin, se han vuelto infalibles. No es que no nos fiemos de ellos, pero consultamos la misma predicción en la aplicación del móvil y la realidad se muestra tozuda, vuelven a ponernos un sol tras una nube y unas gotas de lluvia, para confundir. ¿Lloverá? puede que si, puede que no, lo más seguro es que quien sabe.

Después de un telediario lleno de tormentas, de declaraciones huecas, de políticos que esconden la tragedia tras el eufemismo, de jueces al acecho, de mitos caídos, sólo esperamos que , al menos el tiempo sea benévolo, que luzca el sol, que podamos sacar a nuestra piel de paseo, que sea grato pararse en las aceras.

Pero no. el tiempo parece seguir revuelto. Quizá hemos olvidado, que en realidad, así es la primavera. 

domingo, 19 de mayo de 2013

La cultura

imagesPedro Villarroel, maestro jubilado, volvió al pueblo tras una vida de impartir conocimientos a sus alumnos, tanto chavales, como esos otros más talludos de la educación de adultos.

Reanudó la amistad que le unía desde pequeño con Saturnino, un paisano grandullón, que no tuvo la ocasión de estudiar y se quedó en el pueblo, pegado a sus tierras, sus animales y a su colilla de ideales en los labios.

Los dos jubilados echaban muchas tardes en la huerta de Saturnino, éste cuidando de las plantas y Pedro Villarroel hablando a Saturnino, que escuchaba paciente, de la cultura, de los libros, del arte.

Un día, a mediados de agosto, con la huerta en todo su esplendor, Pedro Villarroel desplegó su oratoria para decir a Saturnino que hay que ver. Como agradece la tierra el trato que le da quien sabe hablar con ella, quien conoce a la perfección el lenguaje de la lluvia, las fases de la luna, el calor de la tierra, las costumbres y necesidades de esos seres vivos que son las plantas.

Saturnino levantó el espinazo, echó la boina para atrás, le miró despegando el ideales de la boca, apoyado en la azada y le dijo con esa retranca: creo que lo mío es la agri y lo tuyo la cultura. El maestro sintió que le zumbaba la mosca detrás de la oreja y le preguntó que qué quería decir con eso.

-Pues nada Pedro, que si yo no cavo, tú no comes patatas.

domingo, 12 de mayo de 2013

El pan

preparacio_1351705998631A otros les da por otras cosas, pero a mí me gusta hacer el pan si tengo tiempo.

¿Cómo no me va a relajar ese color de la harina cernida, ese esperar sin prisas que se cumpla cada rito, ese recuerdo de las horas pasadas de niño en la panadería de mi vecino Columbiano?

Se necesita un espacio en una mesa grande, unas manos limpias y si puede ser, unos ojos que esperen que se repita el milagro.

En un recipiente, de esos que ahora nos da por llamar bol, se pone medio litro de agua tibia, en el que disolvemos cincuenta gramos de levadura, una cucharada sopera de sal y un generoso chorro del mejor aceite de oliva que nos podamos permitir. Hay quien le añade una cucharada de azúcar y hasta la clara de un huevo, pero a mí me parece que el pan sabe mejor cuando lo hace quien economiza, quien recuerda la necesidad y se apaña con lo mínimo.

A golpecitos de colador cernimos un kilo de harina de fuerza y nunca habremos visto nieve más limpia, tacto más suave.

Vamos mezclando el líquido con la harina con cucharón de madera y la pasta va engrosando pesada, pegajosa, agarrada a las paredes del bol y al cucharón.

El comienzo del amasado no presagia nada bueno. Hemos esparcido un poco de harina sobre la mesa, para que la masa no se pegue y se vaya nutriendo, pero la mezcla insiste en pegarse a los dedos. No hay que desfallecer, se necesita trabajo. Más harina sobre la mesa y la masa la absorbe, las manos amasan y a base de esfuerzo, como siempre, el resultado va siendo más compacto, más suave y ya empieza a oler a pan.

Unos veinte minutos de pelea contra la mesa y la masa y ya tenemos casi medio proyecto encarrilado. Ponemos la masa en un lugar cálido y la cubrimos con un paño.

Hay que esperar, algo más de media hora y yo suelo hacerlo en compañía de un café. Mientras recordamos la sementera, la siega, la trilla, el sudor de quien se empeñó en cambiar dolor de brazos por vida de trigo. La masa va creciendo, esponjándose, esparciendo en el aire el olor de la levadura.

Puede que el pan haya triplicado su tamaño y volvemos a amasarlo sobre la mesa, para explotar las mil burbujas de aire de su interior y volver a reducir su tamaño al original.

Es hora de dar forma a la obra. podemos hacer barras o bolas, pero a mi me gusta que sea una hogaza rotunda, fuerte, muy de la tierra que la alumbra y de la memoria que la huele. Cuatro cortes de navaja afilada en sus extremos y en el centro, la eme mayúscula de mi hija María, que es por quien cada mañana me levanto a ganar el pan.

Hemos precalentado el horno a doscientos grados y metemos dentro el pan a que se fragüe. Si queremos esa corteza fuerte y crujiente, conviene meter dentro del horno un recipiente con agua, para que llene de humedad el ambiente de ese útero en el que nuestra hogaza va creciendo y esponjando de nuevo.

A los cuarenta y cinco minutos, sale a la luz la hogaza alta, madura, crujiente, a disfrutar del aroma que por la casa ha esparcido el horno y la pondremos, si puede ser, sobre una rejilla para que no condense humedad en la base y no se reblandezca.

Conviene armarse de cucharón y ternura  que espanten  las manos ansiosas de pellizcos, si no queremos ver mermar la hogaza antes de que se enfríe. Al fin dejarse llevar y pellizcar con los otros, paladeando el sabor dulce del trabajo.

domingo, 5 de mayo de 2013

Solo madre

imagesPorque yo lo quiero, a veces me parece recordar como un tambor apagado, el sonido de su corazón en aquel mundo acuoso, oscuro y cálido. Puede que a lo lejos también su voz y sobre mi piel el peso de las manos, que por la noche acariciaban su propio vientre.
Un día la luz estalló en mis ojos, después de atravesar el túnel angosto que desemboca en la vida y allí me esperaba ella, donde siempre estuvo, riendo entre lágrimas y con más ganas y más necesidad de vivir que nunca, a pesar del agotamiento.
Su cuerpo continuó siendo mi alimento durante unos meses, en los que me pude beber la fuerza de una mujer joven, que casi permitiría que su vida se fuese entera por sus pechos, con tal de verme crecer fuerte.
Primeros pasos de su mano, primeras caídas, fáciles de sobrellevar en su compañía.
Mis primeras letras. La eme con la a má, la pe con la a pá. Un lapicero aprendía a correr sobre el papel, guiado por mis manos sucias entre las suyas y el conocimiento de que todo un mundo puede pintarse con la voluntad sobre un papel.
Los primeros años fueron más fáciles para los dos. Después llegaron las ausencias y los regresos, los besos furtivos en mi frente cuando me creía dormido y a un adolescente no se debe besar si no se le quiere avergonzar. Yo fingía estar dormido y ella se alejaba presurosa para no ser descubierta.
Luego el volar del nido y su vigilancia lejana, siempre ayuda, siempre apoyo, siempre madre.
Y un día la orfandad, ese recordar acuoso a quien tanto te quiso, ese preguntarse por qué no hice más por ella, ese echar de menos a quien, por fin, comprendes. 

miércoles, 1 de mayo de 2013

La gasolina

imagesSu madre quiso consolarle, sin convicción, pero tratando de amainar el temporal de los ojos de su hijo. Tranquilo hijo, dios aprieta pero no ahoga.

Su hijo trató de mirarla escondiendo el incendio de ira en sus ojos, para no herirla más, pero respondió, mascando una rabia amarga: si madre, dios aprieta, pero bien. Ya sólo noto su presencia cuando aprieta.

Y se volvió abrazado por la desesperanza de los lunes al sol, acosado por lo que no pudo ahorrar cuando su sueldo era miserable, pero lo era.

De nada servía lamentarse por el pasado, no era el paraíso precisamente, pero un infierno aún más amenazador se cernía sobre él, desde el momento en el que recibió un despido con referencia a una reforma, que parieron las ansias de los poderosos y que dieron carta de naturaleza los que prometieron solucionar los problemas. Los de los empresarios serían.

Y aún le quedaban dieciséis años, y subiendo, para agarrarse a una tabla de salvación que no asegura esperar tanto, que le indultase de la vida de trabajos mal pagados y peor reconocidos. Jubilación le llaman a ese júbilo de, por fin, hacerse viejo y esperar al ocaso en el andén de la estación final.

Mientras, las penurias económicas le acercarían a ese andén cuando le images (1)pretendan curar el cáncer con lista de espera de aspirinas, cuando su hija tuviera que abandonar una educación que no podrá pagar y la deje preñada un gañán sin dinero para viajar a Londres.

Él pensó que los que mandan, apoyados por los que ordenan, lo que de verdad quieren es que las sobras humanas como él, se vayan al otro barrio y cuanto antes mejor, para no ocasionar gastos, que no podemos gastar lo que no tenéis, que hasta el moriros lo queréis por encima de vuestras posibilidades.

Ya no valéis para cotizar en el mercado. Si, el mercado que abarata el precio de la carne humana y ayuda a la dura faena de obtener una decente cuenta de resultados. Que os habéis creído que los beneficios vienen solos, pues no, hay que reducir costes para que todo vaya como la seda y vosotros sólo sois costes.

Así que a vivir de la pensión de la abuela a la que dios guarde muchos años, por la cuenta que nos trae. Aunque sea poco, para el estado es un dineral el mantener a tanto viejo, tanto dependiente y tanto vago en el paro, hay que mover el culo y buscarse la vida, que una crisis si bien se mira, es una oportunidad.

images (2)Por todos esos pensamientos negativos, se amargaba sin remedio. Menos mal que al menos llegaron sus amigos con unas latas de cerveza para ver el partido de Champions, porque se le estaba ocurriendo el montar una gorda a cuenta de la gasolina, el primero de mayo en la manifestación. La duda consistía en el uso de la gasolina, pero desechó la idea de quemarse a lo Bonzo, porque no se salieran con la suya los de la cuenta de resultados. No era tan glamuroso, pero empezó a considerar la idea de meter la gasolina en una botella y prender con el mechero el tapón de trapo.

domingo, 28 de abril de 2013

La traición

imagesMe he levantado, como cada domingo, buscando ese momento de tranquilidad que existe cuando aún no se ha levantado nadie.

La casa está en silencio y sólo se oye el cantar de los pardales madrugadores en la ventana y de vez en cuando, alguna tos de los habitantes que holgazanean entre las sábanas.

Enciendo el ordenador y leo los periódicos digitales, todo sigue igual y sin embargo, parece como si la actualidad nos pillara desprevenidos, como si no terminásemos de creer que lo que era nuestro mundo se esté derrumbando.

Todo parecía ir sobre ruedas. La gente trabajaba, los niños estudiaban, los fines de semana nos dedicábamos al ocio, los viejos descansaban en paz tras una vida de trabajo, los enfermos encontraban paliativos a sus males y todo parecía tener lógica.

El Gobierno dice que lo peor ha pasado y nos anuncia que mejoraremos empeorando, leo un artículo en el que el embajador alemán dice: nosotros no hemos sido, un empresario pide flexibilidad y moderación. Y yo me quedo parado pensando en qué momento se rompió la cuerda, como es posible que hayamos llegado hasta aquí, cual será la tecla que rebobina la realidad para volver al minuto anterior a la explosión, quien hizo cambiar el transcurrir del tiempo mientras vivíamos en la feliz ignorancia.220px-Rose_-_frost

Mis amigos del feisbuc van de la literatura a la foto hortera, del cabreo a la broma. Uno de ellos defiende la reforma de la ley del aborto y todos llenamos la realidad digital de pulsaciones al “me gusta”.

Voy oyendo ruidos de alguien que se levanta de la cama, pronto a la casa volverá el bullicio, me acerco a la ventana a mirar y los tejados se han manchado de blanco esta noche, igual que los cristales de los coches. Parecía que el invierno nos había indultado pero, ¿por qué nos ha traicionado la primavera?. 

martes, 23 de abril de 2013

La identidad de las matrioskas

untitledPara no dar muchas vueltas al asunto, empezaré por felicitar a mis paisanos en el Día de Castilla y León.

Yo sé en qué lengua aprendí a decir papá, mamá, tierra, pan. La misma lengua en la que sueño y en la que describo montañas y parameras. Sé que hay otras formas de hablar, geográficamente próximas y me gusta su música y quiero que se sigan hablando, porque para sus hablantes significan lo mismo que el castellano para mí. Pero no son mi lengua.

Yo sé que mis ojos se llenan con las llanuras, con las hileras de chopos en las orillas del río, con la luz cegadora de los rastrojos en agosto. De vez en cuando me serena el alma contemplar el silencio de un valle desde lo alto de una montaña, desde el hogar de las nieves. Pero lo mío es el cielo alto y la tierra interminable, el mar de espigas.

Esa es mi identidad más pequeña y más entrañable, mi medio ambiente.

Pero esa patria pequeña no tiene sentido sin las otras patrias concéntricas, que se contienen unas a otras, como matrioskas.

Comparto lengua y acento con otros. Sahagún, Saldaña, Villalón de Campos, Villada, Villalpando, Valderas, Medina de Rioseco. Tierra de Campos, la “Tierra mal bautizada” de Torbado.images

Siento como ellos el sobrecogimiento ante una iglesia de piedra o de ladrillo mudéjar, reinando sobre los hongos de adobe reseco, en las casas y en las tapias. Recordamos de la misma manera, desde cualquiera de las cuatro provincias, el sonido de las cencerras de un rebaño, las labores de las mujeres en las solanas, el canto que espanta al sueño en la trilla. Hombres y mujeres consumidos por el sol y el viento helado, con cárcavas escritas en las caras del color del barro. La patria va creciendo y buscando otra matrioska, más allá del mar de la laguna de La Nava o el océano de Villafáfila.

El Padre Duero no es el mar, pero es nuestra contribución al planeta océano. Ahí van a parar nuestras nieves, nuestros barros, los de todos los que hemos sido atropellados por su historia.

El río final de los vacceos, de los astures, los arévacos, de los romanos que los sometieron, visigodos con muchos reyes, árabes.

Comunidades de Villa y Tierra, concejo abierto, cuna del parlamentarismo, fueros, conquista de un nuevo mundo.

Pueblo zarandeado por la historia y los reyes que le poseyeron y se lo repartieron entre hermanos mal avenidos, esclavizado por abades, torturado por inquisidores, pero resistiendo hasta hoy.

Nación que se engrandeció, creciendo desde el Cantábrico hasta Los Andes, lengua que se esparció como el viento esparce las semillas e hizo una nación más grande aun.

Desde las Merindades de Castilla la Vieja, hasta las Arribes del Duero y desde Piedrafita a Gredos, incluso más allá, hay una forma de ser español.

domingo, 21 de abril de 2013

La ilusión del coche nuevo

untitledJavier quería un coche nuevo. Trabajaba con un camión, uno de esos grandes que pisotean las autovías.

Como Javier era soltero y se administraba bien, había conseguido ahorrar unas perrillas para dar una entrada y luego, gracias a su nómina, esperaba conseguir una financiación de la caja de ahorros para su capricho.

Visitó todos los concesionarios de coches de la ciudad y pronto se decidió por un coche que le iba como anillo al dedo. El consumo perfecto de combustible, la potencia deseada, las mejores prestaciones y comodidades y esa prestancia que tiene la chapa recién pintada de los coches nuevos.

El comercial le informó de que la siguiente semana recibirían un modelo igual que el suyo y podría probarlo el próximo sábado para decidirse.

A Javier, su jefe le había ordenado, con los malos modales de siempre, que el lunes estuviera como un clavo y a las ocho en punto de la mañana, ni un minuto más, en Salamanca donde debería descargar la mercancía que había cargado el viernes.

Javier, la verdad, es un poco flojo para los madrugones. Pero ese día, casi como un logro, se plantó en Salamanca a las ocho y diez, un retraso despreciable.

La cosa se le dio bien y le descargaron el camión rápidamente, salió zumbando para la azucarera de Benavente, donde cargaría un viaje para La Rioja y también pudo cargar rápidamente.

La tarea del día era infernal, si algo salía mal, no cumpliría con los planes de su jefe, pero de momento, todo iba como la seda.

Llegó a tiempo de descargar el azúcar en la conservera y finalizó la jornada cargando su camión en Alfaro de materiales de construcción.

Satisfecho con la labor cumplida, Javier se dirigió a su destino ya sin las prisas de toda la jornada.

Cuando sólo hacía cinco minutos que salió cargado, sonó el teléfono. Su jefe, hecho un basilisco, le gritaba desde el otro lado de la línea. El localizador GPS le había contado que Javier había llegado a Salamanca con diez minutos de retraso.Y eso que te advertí de que ni un minuto más. Javier le colgó el teléfono y lo arrojó sobre la litera, tratando de procesar y asimilar, el por qué de aquel derrumbe de la satisfacción por el deber cumplido.

Tras rumiar el asunto con rabia, pero preso de una clara lucidez, llamó al comercial del concesionario y de primeras le espetó: ¿Sabes lo que te digo? que no pienso aguantar a este hijo de puta otros tres años para pagarte a ti el coche.

viernes, 12 de abril de 2013

Un tiznón morado en el balcón

imagesCALNUL27El calendario ha vuelto a posarse sobre el catorce de abril.

Vuelven las flores de la memoria a invadir las cunetas, a pesar de un frío invierno que las condenaba al olvido de los hielos. Florecen humildes, con los pétalos pequeños y alejadas de los parterres de los jardines en los palacios, pero con fuerza, invadiendo cada resquicio por el que quepa una raíz.

La primavera nos trae tormentas con nubes negras y vientos amenazantes, pero son imprescindibles para que el suelo tome fuerza y la naturaleza se muestre en todo su esplendor

Ya no se trata tanto de resucitar historias viejas, como de escribir entre todos una nueva, pero que sea la nuestra. Ha de ser muy diferente de la que nos cuentan y pretenden que sea dogma de fe.

Necesitamos creer en nuestra propia historia, pero para eso no podemos dejar que otros la escriban a su medida, debemos ser los protagonistas, cada uno de nosotros, agarrados a la tierra que pisamos sabiéndola nuestra.

Hay que gritar, como en los siglos atrás se hacía, aquello de “Cada uno somos tanto como vos, y entre todos más que vos.

Nos hace falta ver otro amanecer en Sahagún con un tiznón morado en sus balcones.

viernes, 5 de abril de 2013

Rebotar

images¿Quien te crees que eres para mirarme de esa forma?

Es fácil juzgarme desde donde estás porque desde ahí ves todas mis flaquezas.

No se lo cuentes a nadie y te sonreiré como si me cayeras bien, te guiñaré un ojo y tú me corresponderás como si fuéramos hermanos desde siempre.

Aunque te veo todos los días, tu cara me sorprende como si no te conociera y tú te extrañas al ver una arruga nueva bajo mis párpados cansados.

Eso de tu frente, más que entradas, parecen salidas de emergencia de tus cabellos escasos y grises. Pues anda que tú, me respondiste, son mucho peores las arrugas que tienes donde tu y yo sabemos.

Algunas mañanas, en vez de mirarte, siento ganas de embestirte, de resolver nuestras deudas a cabezazos en el cristal. Sin embargo otras veces, no puedo evitar el mirarte con ternura, como a un viejo amigo y compañero al que todo lo perdonaría.

Lo peor es que yo sé que tu puedes verme desnudo más adentro, que sabes lo que me falta, lo que temo, lo que nunca me darán, lo que sueño, lo que amo y lo que odio.

Y mientras me ves, te ríes a mi cara entrecerrando esos ojillos que me gritan: ¡Sal de una vez del espejo!, si te atreves.

sábado, 30 de marzo de 2013

Vivir muriendo

IMG_1677Al fin se ha abierto un claro en el rostro negro del cielo. Ha llovido tanto, que se han secado las calles de tanto rodar vuestras lágrimas.

Corría entre los campos vuestro hartazgo hecho río, arrasando a su paso rabioso las esperanzas de respirar el sol, lavando las sales que blanquean la tierra, para terminar por disolver las piedras en un pequeño mar con dos orillas, cada vez más separadas.IMG_1710

Y todo porque, a pesar de vuestras plegarias, el uni-verso ha querido derramar sobre vosotros la fluidez enfurecida de un torrente.

Pero al fin, el negro de la noche es inmaculado y las estrellas no pueden ser manchas, son los reflejos de vuestros ojos, clavados en una inmensidad que devora esperanzas.

IMG_1718Os habéis apiadado, habéis bajado de la cruz a vuestro propio sufrimiento, aun tenéis fuerzas, y mientras todo el pueblo miraba, colocabais en una urna funeraria vuestra propia historia, cada segundo muerta ya y resucitada.

Esa forma de vivir muriendo recorrió, una vez más, el suelo oscurecido de vuestras calles eternas y vosotros volvisteis a adorar a la muerte que os habita desde siempre.IMG_1706

Aunque no concebís otra forma de vivir que la de ir muriendo, yo sé porque soy de los vuestros, que una vez encerradas las estatuas en el recuerdo oscuro, volveréis a empeñaros en morir viviendo. 

jueves, 21 de marzo de 2013

Nuestras posibilidades

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El mural de arriba es de Marín de la Red

Qué felices éramos sin saberlo.

Ahora vemos, pasado el tiempo, nuestra imagen pintada en las paredes y nos preguntamos como perdimos la calma de los días.

Estábamos acostumbrados a la compañía, casi obligatoria del pan y del vino. La lumbre reinaba en el hogar, sin manchar la luz encalada de las paredes y el sol nos acariciaba de forma gratuita.

Así vivíamos porque esas eran nuestras posibilidades, sabíamos la vida ganada tan sólo con vivirla, porque teníamos derecho a vivir.

Quizá todo lo perdimos porque se nos olvidó mirar al lado del cuadro que estaba pintando el futuro y que nos miraba como al pasado.

miércoles, 20 de marzo de 2013

Lobos

images-Vaya día has escogido para empezar a trabajar, guaje. Además de enterrar ayer a los compañeros que reventó el grisú, ahora esta nevada.

- No le hagas caso al Zape, es un poco animal, pero no es mal paisano, dijo Sabas.

A la luz de las linternas avanzaban con dificultad en la nieve que les llegaba a las rodillas, con ciertas prisas ya para llegar a tiempo a la mina, a la sirena del turno de noche.

- ¡Callad! dijo Nino, El Zape y como un rayo se cruzó el lobo entre los robles de la ladera del monte.

Nino El Zape, le iluminó con la linterna y el lobo le devolvió la luz desde sus ojos incendiados.

-Sabas, ten cuidado o no volverás a ver a esa mujerona que tienes ahora en la cama, dijo el bestia del Zape.

Sabas vio arrugarse al guaje y quiso quitar hierro al asunto.

-Tranquilo guaje, no nos atacarán, somos tres tíos y mucha hambre tienen que tener para que se atrevan.

A duras penas fueron llegando a la campa que  estaba a la entrada del pozo, espantando a la manada de lobos que iban y venían, cada vez más cerca.

Alrededor de la boca del pozo los mineros esperaban en silencio la llegada de todos los compañeros, para juntos recordar a los muertos del grisú.

Don Anselmo, el dueño de todas las minas de la comarca, quiso presentarse aquella noche, a pesar de la nevada, a testimoniar su autoridad a aquella pandilla de brutos que el día antes refunfuñaban por lo bajo contra él.

El patrón se dirigió a las oficinas de la dirección, mientras cuatro guardias civiles  le abrían paso entre los mineros silenciosos.

Nino, El Zape, cuando don Anselmo hubo llegado a las oficinas, pasó el brazo por encima del hombro del guaje y le dijo: Mira chaval estos lobos que han pasado por aquí, si que son peligrosos.

jueves, 14 de marzo de 2013

Una güija en La Casa del Cura

397927_342739419085165_211514647_nEcharon a correr como locos por la calle abajo con esa corriente eléctrica que sube desde el bajo vientre hasta las axilas y hemos convenido en llamarla miedo.

La Casa del Cura son esos restos de un caserón que, hace un siglo, Doña Margarita, una rica mujer sin descendencia, cedió al pueblo para alojar al párroco de turno.

¿A que no hay lo que tiene que haber para montarnos una güija en La Casa del Cura?

Llamarían al espíritu de Don Nicolás, aquel cura recto, tirano y amante del ordeno y mando.

Menuda venganza dulce. Seguramente el espíritu del cura, sin nudillos con los que dar capones y sin el vuelo del manteo con el que remangar latigazos, sería mucho menos temible de lo que fue en vida.

Todos recordaban la férrea disciplina que imponía Don Nicolás, tanto a los chiguitos asistentes a la doctrina en el portal de la iglesia, como a los labriegos rudos, pero sumisos, en aquellos años del sí, señor. También recordaban las mujeres a Fermina, la hermana del cura, que pasaba revista a los vecinos a la entrada de la iglesia, comprobando el correcto vestir, para asistir a la Cura gallegoSanta Misa.

Nada de piernas sin medias, velo colocado correctamente, Los chavales con pantalones largos y con calcetines y nada de ir en mangas de camisa.

Empujaron la puerta pesada de madera y se colaron dentro del caserón abandonado, con unas voces y risotadas que emitían con ritmo descendente a medida que se iban adentrando en la vieja casa en ruinas. 

Alguien sacó una linterna, por si había que ver la cara de algún fantasma y colocaron el tablero de la güija sobre un cajón de fruta que había por allí.

Don Nicolás, si usted nos escucha (cualquiera le trataba de tú, ni muerto) manifiéstese.

La lechuza hizo una pasada sobre sus cabezas y los pelos de aquellos bigardos, se erizaron como enchufados a la luz. Alguno hizo el primer amago de huir, pero el grandullón les dijo que vaya pandilla de mariquitas histéricas, que prietas las filas.

382709_342735142418926_1063444341_nDon Nicolás ¿está usted aquí? y el vaso se fue al sí como un tiro. La flojera de piernas iba en aumento.

Que os digo que el cura está muerto y bien muerto, al primero que corra le corto las orejas, bramó el grandullón.

Si no te sabías la respuesta, por no estudiar el catecismo, Don Nicolás te sacudía en la cabeza de refilón, a modo de coscorrón deslizante pero contundente con la enorme llave de la iglesia. Uno se rascaba con violencia un rato, sin saber si quemaba o escocía.

En el segundo vuelo, la lechuza tropezó con un viejo armario polvoriento, arrimado a la pared y de lo alto, cayó oxidada y herida por el tiempo; ¡La Llave!

La Llave fue a caer de refilón, a modo de coscorrón deslizante pero contundente, sobre la dura mollera del grandullón, que prendió pies despavorido y detrás de él, todos los demás.

La cuesta abajo favoreció la velocidad de la estampida, los gañanes entraron en el bar colorados pero como si tal cosa.

Cuando el pueblo le ganó la guerra al obispado y recuperó La Casa del Cura, mandaron a los albañiles a empezar la rehabilitación y éstos, se encontraron tirado en el suelo un tablero de güija y un vaso roto.

A los tres días, los albañiles abandonaron la casa y no volvieron ni a cobrar.