Cada año volvía al pueblo el Día de los Santos, cuando se dice y se ve que hay nieves en los altos.
De suyo, no era muy hablador, pero cuando se encontraba ante la tumba de sus padres, dialogaba con ellos como si pudieran escucharle, incluso responderle.
Ya ve padre, otro año por aquí aprovechando unos días de permiso. La cosa está muy mala, pero voy tirando.
Que no madre, que no tengo novia, ni falta que me hace, que el buey suelto bien se lame, no se preocupe usted, que yo me apaño, soy un cocinillas.
Arreglaba un poco los alrededores del panteón, daba una vuelta a la casa colocando latas en las goteras y se volvía para una casa que no era hogar, pensando que a estas alturas, uno que ha emigrado, no tiene más patria que sus muertos.
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