A veces parecía una diosa en la tierra. La cara preciosa, un cuerpo bien moldeado, una suave levedad de sus pasos al caminar.
La sonrisa le ocupaba y le iluminaba toda la cara, mostrando unos dientes como perlas, los ojos transparentaban inteligencia y su voz era dulce y melodiosa.
Nadie pudo decir nunca, que saliera por su boca ninguna palabra inconveniente, que desentonara en sus relaciones sociales, que su vestir no fuera el adecuado a cada momento.
Pero nunca pensé que mi mirada naufragase en sus ojos, que mi boca quisiera ahogarse en el lago de su boca, que mi voluntad sólo sirviera para arder en su fuego, que deseara sus caricias dolorosas en mi piel, hasta que una de sus uñas, por accidente sucia, la convirtió en mortal.
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