miércoles, 4 de abril de 2012

Magdalena

escenadeteresaPoca gente lo sentirá más que yo, aunque muchos hagan salir mares de sus ojos. La mayoría, yo sé que huirán, tratarán de volver a sus casas a esconderse de las represalias y a emprender una nueva vida lejos de los muros de esta ciudad que les persigue.

Recuerdo los atardeceres con mi cabeza apoyada en su hombro, viendo esconderse al sol entre llamaradas rojas y anaranjadas.

El me decía que no hay cosa más grande que el amor entre los hombres y yo solo podía entender mi amor por él. Luego, cuando la noche apagaba las luces del cielo y soplaba en el aceite del candil, me sentía acariciada por sus manos suaves y sabía que es difícil encontrar más gloria que la de unos besos de fuego, que consumen con una lentitud desesperante y precipitan el tiempo por la columna vertebral.

Cuando volvió trasfigurado de aquella montaña me hizo saber qué esconden los pliegues del futuro. Supe que su vida, la mía, llega a un fin escrito antes de que empezaran los siglos y que la amistad se convertirá en traición y la obcecación le negará tres veces, antes de que el gallo cante dos.

Pero yo quiero estar a sus pies hasta que todo acabe, porque llevo en mi escrita una deuda de amor y de sangre desde que él me salvó, haciéndome saber que soy un ser humano, digno de mirar a los ojos a quien se atreva a lanzar la primera piedra.

 

primera piedra. 

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