domingo, 16 de noviembre de 2014

Otoño

10509475_366416133517874_6914204806641543892_nHa llegado la humedad a las calles del pueblo, lavando polvo, llenando charcos de sensaciones guardadas en el olvido, y trepando a hurtadillas por los poros de los adobes viejos.

El aire se ha vuelto fresco y acaricia los rostros con esa sonrisa del sádico, que administra con lascivia progresiva el dolor del frío, rodeando las esquinas y las callejuelas abandonadas y azotando las últimas hierbas y las últimas flores. 10805486_1083022668390166_2105523880_n

Han huido del cielo las aves amigas del calor y sólo quedan las resistentes; los estorninos envueltos en sus llamaradas negras por el cielo, las palomas que invaden como ocupas los nidos de las cigüeñas, los vilanos patrullando los campos y los pardales al abrigo de las tejas de los aleros.

10754960_1083024228390010_2063896823_nEl pueblo sigue lleno de los recuerdos de las risotadas de los jóvenes, de las carreras de los niños y de la terraza del bar llena de reencuentros. Pero todo eso se ha ido, ha vuelto a una realidad que ya no duele por vieja.

Ha terminado ya la vendimia, se prepara la tierra para el sueño invernal y la gente se deja seducir por el reinado de los hongos y las castañas, el hervor del mosto y una entrega absoluta al amor de la leña y la paja.

Se mueren los chopos, agotando la hemorragia de hojas ocres y vistiendo la luz10815630_1083024485056651_1755961560_n de colores cálidos, como si fuera una anestesia para lo que ya está llegando.

Casi no da tiempo a distinguir el otoño del invierno, demasiado parecidos, casi indefinida su frontera y ambos sumergidos en las tardes cortas y los amaneceres fríos. Uno viene a ser el hermano pequeño que aspira a llegar al tamaño del mayor y a emular sus hazañas de frío.

En la tarde prematura se extiende por el aire el olor a humero destilando roble y llamando a recogida, como una sirena que anuncia un bombardeo frío de lluvia y viento y las gentes abandonan las calles a su propio silencio, a las farolas a su soledad y comienza a bullir la banda sonora de los aullidos de los perros.

2 comentarios:

  1. Sólo quedan los resistentes :)
    Las fotos son muy bonitas, el texto... dicen que para bien decir hay que saber bien sentir, esto está muy bien dicho.



    Un beso, Luis

    (Tienes activada la verificación de comentarios, lo digo porque el administrador del blog no lo ve y a lo mejor no lo sabes...Otro beso)

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    1. Las fotos son de mi amiga Yolanda, una viciosa del asunto de los objetivos que engrosa la lista de artistas de La Costa del Adobe. De lo otro que me dices no tengo ni idea, pero ahora fisgo a ver qué pasa.. Otros dos besos para tí.

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