domingo, 26 de febrero de 2012

Orejuelas

orejuelas 2Hoy voy a hacer orejuelas.

Bastaban cinco palabras para poner en ebullición los ánimos de la chiquillería que formábamos mis hermanos y yo, poniéndonos en corro al rededor de aquella mesa robusta que toda la vida sirvió a mi madre para sus trabajos culinarios.

En mi casa nunca fuimos muy de carnaval, en aquellos años esa fiesta se medio celebraba apenas, pero siempre siguió mi madre la tradición de proveernos de buenas fuentes de orejuelas típicas de tal época.

Las orejuelas son un postre de delicado paladar, pero de contundentes efectos sobre las reservas naturales de energía, que nuestro cuerpo almacena. Claro, que según en qué épocas, eso nunca fue un problema.

Recuerdo como empezaba el trajín eficiente de mi madre por la cocina. En un momento se llenaban la mesa y la trébede de utensilios, ingredientes y cacharros listos para la más dulce de las alquimias.

En una sartén se calienta una taza de aceite en la que se resquema la cáscara de un limón. El aroma se empieza a expandir por la cocina y los chiguitos comienzan a relamerse pensando ya en la obra terminada.

Se saca la cáscara del limón y se reserva ese aceite para que se enfríe.

En un cacharro, que recuerdo que era de barro, se baten bien  tres huevos y se añade a la fórmula una taza de zumo de naranja, una pizca de canela, un pellizco de bicarbonato, tres cucharadas de azúcar y el aceite frío.

Para acabar de preparar el pecado golosón, se añade algo prohibido a la gente menuda, pero consentido en esta masa: una taza de anís.orejuelas3

Luis Ángel, sácame la harina. y a mi me faltaba tiempo para cumplir la orden, no se fuera a retrasar el producto final.

Se hace un montón de harina en la mesa practicando un cráter en tal montaña, dentro de ese cráter se echa el líquido del cacharro y se empieza a mezclar con la harina para hacer la masa.

Se ha de añadir la harina precisa para que la masa se pueda trabajar sin que se pegue a las manos.

El trabajo de amasar no es agotador, pero resulta un ejercicio cansado. Recuerdo algún ¡ay! reparador de mi madre, mientras se pasaba el antebrazo limpio por la frente.

Ya está lista la masa amarilla que huele a gloria bendita y ya están los pellizcos semifurtivos de los chiguitos golosos y los manotazos cariñosos en las manos.

Se toman pequeños trozos de masa y se extienden por la mesa enharinada. La masa queda muy bien extendida y muy fina extendiéndola con un rodillo de amasar, pero hoy en día echo de menos aquella herramienta perfecta para este uso, que era la botella de cristal en la que rezaba en letras rojas: Gaseosas Lozano, El Burgo Ranero (León).

Se corta la hoja de masa,con formas irregulares, con la punta de un cuchillo y se echan a una sartén con abundante aceite.

Solo la experiencia te dirá como conseguir la temperatura perfecta del aceite, pero ha de estar lo suficientemente caliente para que a las orejuelas les salgan grandes ampollas y sin embargo no se quemen.

Una vez fritas, se extienden sobre un paño, hoy papel secante, para eliminar el exceso de aceite y luego se colocan en una fuente espolvoreando sobre ellas azúcar al gusto, en mi caso mucho gusto, por lo tanto mucha azúcar.orejuelas1

Manjar de dioses, delicia de golosos y tragadores. Los chiguitos nos abalanzábamos sobre ellas a penas comenzaban a enfriarse y en unos días, hasta que se terminaban, paseos casi furtivos hasta la alacena a visitar la fuente.

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