Tu sabes Norma, que hubiera hecho por tí cualquier cosa que me pidieras. Como aquella vez que robé el cadáver de la morgue para que te sustituyera en el ataúd que todos lloraron.
Tu despertaste en el hospital creyendo que habías muerto, ¿te acuerdas?.
Pude encontrarte, antes de que murieras por aquel bote de pastillas que te tragaste y desde entonces has vivido con tu verdadero nombre, con tu verdadera vida, lejos de las luces de Beverly Hills.
Pero te pido por lo que más quieras que dejes de llorar, si no quieres matarme.
Ahora que los dos ya somos viejos, me siento impotente para borrar las arrugas que te torturan.
No señor, eso no es tan fácil como cuando entre los dos matamos a la maldita Marilyn Monroe.
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