miércoles, 22 de agosto de 2012

Cuentos

imagesLa madre de Jacinto Flórez pasó en pocos años de escuchar los cuentos de la infancia a contárselos a su hijo.

Había una vez… Todos con moralina, todos con enseñanzas. Jacinto se hacía una idea del mundo, escuchando.

Después el cura le contaba a Jacinto Flórez otros cuentos de santos y figuras bíblicas, consecuencias normalizadas del bien y del mal, oraciones prefabricadas y un cuento que terminaba en la felicidad de los que vivieron creyendo lo que nunca vieron.

En la mili, a Jacinto Flórez le vinieron con el cuento de La Patria. Una masa de aire hirviendo, envuelta en telas rojigualdas y atronada por las cornetas que paren himnos. Una madre que le exigía hasta la última gota de sangre, que la otra madre le dio.

Una muchacha le contaba a Jacinto Flórez cuentos al oído, le prometía el paraíso y le exigía que él también inventase cuentos y promesas, que terminasen comiendo perdices.

La vida le contó otro cuento. ¡Trabaja, pelea, sacrifícate, compite! sólo así triunfarás. Apréndete este cuento y cuéntaselo a tus hijos para que la bola siga rodando. Y Jacinto Flórez se creyó también ese cuento.

De pronto se vio en la residencia de ancianos, al cuidado de las Hermanitas de La Caridad y las muchas horas libres le hicieron percatarse, de que  su cuento se acercaba al colorín, colorado.

Jacinto Flórez se levantó de la siesta y se puso a leer un cuento de esos que parecían ser más verdaderos, Un cuento de hadas. Luego cerró los ojos, harto de tanto cuento. 

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