viernes, 10 de agosto de 2012

Delete

deleteEn la pantalla de su ordenador estaba escrita su última historia, la que él releía una y otra vez entre meneos de cabeza y suspiros de impaciencia.

No es que no le gustara, no. Es que le parecía que era la enésima vez que escribía la misma historia de amor. Los dedos buscaban automáticamente las mismas teclas y dibujaba idénticas líneas, aunque él quisiera disfrazar su cuento con distintos nombres para ella, aunque buscara distintos nombres para los hoteles y diferentes nombres para, no importa qué ciudad.

Al fin y al cabo todo era cuestión de nombres distintos para la misma historia.

Aunque nunca publicó esa historia, la escribía cada noche, una y otra vez y antes de acostarse la hacía desaparecer, para que nadie la leyese.

Y cada noche volvía a soñar el mismo relato, en el que conocía al protagonista desde siempre y veía besos y caricias que nadie más conoció.

Hasta que un amanecer le encontraron de bruces sobre el teclado del ordenador, sin vida y con una pantalla del word en blanco, porque su nariz estaba apoyada en la tecla “delete”

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