Nunca he sabido pintar sobre esa pared de la cocina, que antes era de barro encalado, la ventana que miraba a la calle y al paso de la vida por la carretera.
Junto a la ventana, había una bolsita de tela bordada con flores azules, llena de peines y peinetas, pinzas y horquillas.
Junto a la bolsa y colgado del mismo clavo, un espejo.
Y allí, ayudada de un palanganero de forja, desde mi niñez, aun se peina Agüela Lucía.
Al rayar cada mañana
pasaba el peine al cabello,
puesto el peinador al cuello,
a la luz de la ventana.
Lucía, en tiempos lozana,
pelo moreno peinó.
Mas cuando la vida ardió
tiznó de gris su cabello.
No recuerda si fue bello
o hace mucho lo soñó.
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