viernes, 25 de marzo de 2011

Llorar p'adentro

Lloraba p’adentro desde niña, porque la enseñaron a no perder en lágrimas las fuerzas necesarias para vivir.
Lloró p’adentro cuando dejó su pueblo para irse a servir a Madrid, quitando una carga a su familia.
Lloró p’adentro, también de felicidad p’adentro, al salir de la casa de su padre con él.
Lloró p’adentro al verle marchar al cementerio a enterrar una cajita de madera, con su primera hija muerta a punto de vivir.
Lloraba p’adentro  cuando él marchaba a la mina, temiendo por él y de alivio cuando él volvía.
Lloraba p’adentro cuando él emigró solo, porque el carbón ya no era de un negro tan dorado como el petróleo.
Lloró p’adentro cuando le vio derrumbarse, en tierra que no era la suya, perdiendo la fe en sus propias fuerzas.
Lloró p’adentro cuando vio que a él, le quería rondar la muerte y de la tierra solo le separaba un bastón.
Pero cuando a él le explotó el pecho, lloró tanto p’adentro,
 que no supo más que naufragar en el mar de lágrimas viejas y antes de dos años, sus hijos  la enterraron con él.

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