Ella le despertó con un beso en los labios. Suave, tierno, intenso.
Él se sobresaltó un poco atontado, al darse cuenta de que se había quedado dormido con los pinceles y la paleta en las manos, mientras pintaba aquel cuadro que le obsesionaba.
Otras veces, los cuadros encargados, los resolvía de una forma profesional, sin apasionarse en las pinceladas. Pero esta vez, desde que pintó la silueta de aquella mujer, que salió de su imaginación, no podía parar de pintar.
A pesar de todo, los ojos de la bella, fueron retocados por su mano una y otra vez, sin conseguir el efecto que él había imaginado. Reinventó el color de sus mejillas, pero seguía sin ser ella. Hizo su piel más luminosa, pero seguía sin conocerla.
Ahora le despertaba aquel beso tras demasiadas horas de trabajo infructuoso, el cansancio había hecho presa en él, hasta que no pudo más y se durmió.
Después del beso que le despertó, la bella volvió al cuadro andando despacio y él se dio cuenta de que sus labios ahora le sonreían desde el lienzo, dando forma al fin a la bella del cuadro.
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