Las hijas de la casa cultivan un jardín entre las camas. Colchas primorosas, sábanas limpias y aire ventilado.
La cal de las paredes es más blanca que en otras habitaciones y el dormir más silencioso y más calmo.
Flores en el alféizar de la ventana y visillos blancos trabajados con manos afanosas.
Lugar prohibido a los varones, donde se cuchichean los sueños y se comparten entre risas, las miradas furtivas de los mozos.
Cuarto en el que durmió mi madre y ahora sueña mi hija.
El cuarto de los secretos
guardaba cuan celosía
cosas que yo no sabía
cuando los años perfectos.
Ahora los ojos abiertos
ven flores en la ventana,
que ríen en la mañana,
recordando un mes de abril
en que mil pasiones, mil,
sufrió otra rosa temprana.
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