El mural de arriba es de Marín de la Red
Qué felices éramos sin saberlo.
Ahora vemos, pasado el tiempo, nuestra imagen pintada en las paredes y nos preguntamos como perdimos la calma de los días.
Estábamos acostumbrados a la compañía, casi obligatoria del pan y del vino. La lumbre reinaba en el hogar, sin manchar la luz encalada de las paredes y el sol nos acariciaba de forma gratuita.
Así vivíamos porque esas eran nuestras posibilidades, sabíamos la vida ganada tan sólo con vivirla, porque teníamos derecho a vivir.
Quizá todo lo perdimos porque se nos olvidó mirar al lado del cuadro que estaba pintando el futuro y que nos miraba como al pasado.
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